Max se ha portado mal, ha discutido con su madre y, por eso, ha huido de su casa. Lleva a orillas del mar. Encuentra una barca. Se monta en ella y llega a una tierra extraña, habitada por unos seres gigantescos y monstruosos, que lo nombran rey.
Decía Jonze, que esta película no es para niños, sino que se trata de las dificultades de ser niño, de las dificultades que implica sentirse fuera de lugar. En la película, el vehículo para expresar este sentimiento no es otro que la violencia. Esta es habitual en el cine, es un hecho, pero en no demasiadas ocasiones aparece como un medio para transmitir algo. Al inicio de la película, el protagonista (Max/Max Records, que me ha gustado mucho, como Catherine Keener en el papel de madre) se presenta -casi- como un pequeño salvaje, en sus juegos hay un trasfondo violento, pero que solo encierra la frustración de sentirse incomprendido. Cuando llega a la isla de los monstruos, es esta violencia la que le pone en contacto con ellos, pero también es allí donde aprende que esta tiene consecuencias.
Una cosa llamativa es como a partir de un material ajeno, y de ragos tan marcados, el director ha construido un relato que se inserta en la dinámica de sus otras películas (Cómo ser John Malkovich y El ladrón de orquídeas). Estas se han caracterizado porque se presentan realidades paralelas, que se entrecruzan y se confunden. Esto es lo mismo que sucede en Donde viven los monstruos, que se aprovecha de un cambio, sencillo pero significativo, en el guión de Jonze y David Eggers, frente al original. En este, la historia era un relato imaginado por Max; en la película el viaje se presenta como una experiencia real, aunque salpicada con elementos que parecen venir de la psique del protagonista y otros que guardan paralelismos con su vida "real" y que buscan que los adultos recordemos lo que significa ser niño.
Además de todo ello, la película cuenta con más cosas interesantes. De una parte la música de Karen O, por otra los efectos especiales que dotan de vida a los monstruos -con referencias muy claras a las criaturas de Jim Henson- y, un tercer aspecto, como el mundo de Sendak se ha visto enriquecido al cruzarse con otro creador de imaginación desbordante como es el caso de Spike Jonze, quien ha hecho el mundo del libro más grande. Algunos ejemplos: los buhos, el lecho de monstruos en el que duermen o el fuerte que construyen en la isla... que al tiempo parece constituir una hermosa metáfora de la construcción de la identidad del niño, a partir de la confianza en sí mismo.