La vida es dura para un friki. Si no, que se lo pregunten a MALCOLM (Shameik Moore), un adolescente criado por su madre soltera, LISA (Kimberly Elise), en «Los Bajos» de Los Ángeles o, lo que viene a ser lo mismo, el barrio de Inglewood, California. Malcolm está obsesionado con el hip-hop de los 90, toca en una banda de punk-rock y sueña con ir a Harvard.
Pero su vida da un vuelco radical cuando él y sus mejores amigos DIGGY (Kiersey Clemons) y JIB (Tony Revolori) acuden a regañadientes a la fiesta de cumpleaños de DOM (A$AP Rocky), el camello del barrio, para que Malcolm pueda intentar ligarse a NAKIA (Zoë Kravitz), su vecina cañón. Pero cuando el trapicheo de drogas que se está produciendo en la trastienda del local se tuerce y la policía irrumpe en la fiesta, Dom esconde en la mochila de Malcolm una remesa de «Molly», el último grito en drogas de diseño.Desde la cárcel, Dom encarga a Malcolm y a sus amigos que le entreguen el eme a su legítimo dueño, un antiguo alumno de Harvard convertido en narcotraficante llamado Austin Jacoby (Roger Guenveur Smith), quien, en lugar de aceptar la entrega, les lanza un ultimátum: vender la mercancía y pagarle en metálico o atenerse a las consecuencias. Superados por una tarea que les viene grande, el trío de empollones acude a WILL (Blake Anderson), un hacker fumeta, para que les ayude a vender el eme a través de una página en el mercado negro de internet utilizando los modernos bitcoins, una moneda no rastreable. Con el agua al cuello —y apremiado por los plazos para solicitar plaza en la universidad—, Malcolm deberá sortear a matones con pistola, perros que buscan droga en el instituto, la hija de Jacoby, LILY (Chanel Iman), tan sexi como pasada de rosca, y su fanfarrón hermano Jaleel (Quincy Brown). En el camino aprenderá más sobre la vida, las altas finanzas y él mismo de lo que jamás aprendería en cualquiera de las universidades de mayor prestigio.