Dora Bruder, de Patrick Modiano

Publicado el 19 enero 2015 por Rustisymustis @rustismustis
Dora Bruder
Autor: Patrick Modiano
Editorial: Seix Barral
ISBN: 9788432228421
Páginas: 128

Sinopsis
El 31 de diciembre de 1941, en el periódico Paris-Soir apareció un anuncio dramático: unos padres trataban de encontrar a su hija, de 15 años. Nueve meses más tarde, el nombre de la muchacha aparece en una lista de deportados al campo de exterminio de Auschwitz. Al f ilo de estas dos desapariciones sucesivas conocemos el destino de todo un pueblo, de toda Francia y de toda Europa. Pero el tema del libro no es sólo la vida de Dora Bruder, sino la búsqueda del propio autor que trata de reconstruir aquella biografía borrada.


Reseña de Rustis
Recuerdo que mi profesor de crítica literaria nos repetía hasta la saciedad que una buena obra literaria no provoca sentimientos, sino que los comunica. Aquella afirmación, en los años universitarios, hacía complicado sostener como “obra de arte” muchos textos que yo conocía y admiraba, y muchos de los que leíamos de forma obligada en las aulas como parte de aquel sacrosanto canon oficial. Hablé con él muchas veces de aquello, volvía sobre mis pasos para tratar de entenderlo, le ofrecía ejemplos y discutíamos sobre ellos y, al final, siempre llegábamos a concluir lo mismo: las grandes novelas podían hacerte llorar o reír (dependía de tu carácter, tu gusto, tu estado de ánimo o incluso tu buena o mala disposición ante la lectura), pero ninguna de ellas buscaba ponerte las cosas sencillas, hablarte literalmente y contarte cuál debía ser tu reacción. Todas expresaban sentimientos de manera indirecta a través de las acciones de los personajes, comunicaban verdades universales a veces desde terrenos muy simples, y eras tú, como lector, el que reaccionaba de una u otra manera. No es la novela quien te cuenta lo que debes sentir, sino tú quien lo entresaca de sus líneas. Aquella cuestión tan compleja me sigue persiguiendo desde entonces, hasta el punto de que soy incapaz de dar una calificación de “sobresaliente” a ningún texto que no cumpla, en alguna de sus páginas, la premisa de hacerme reflexionar. Hasta el punto de que, cuando termino uno que sí la cumple, me siento como cuando toca sacar la botella de champán para celebrar algo.
Así me he sentido leyendo Dora Bruder, de Patrick Modiano. Tener entre las manos una novela que apenas supera las cien páginas, y descubrir en ella un mundo tan rico, ha sido toda una experiencia. La historia comienza cuando el narrador, al que aún no ponemos nombre, nos cuenta cómo en el año 1988 descubrió en un periódico antiguo un anuncio de búsqueda. Los padres de una niña de 15 años, Dora Bruder, denunciaban su desaparición en 1941. Lo que creemos que será, a partir de entonces, una novela sobre esa niña perdida en París, se convierte más bien en la historia de un hombre que acomete la difícil misión de encontrarla. Muchos años después de su desaparición, el narrador pretende descubrir a Dora Bruder: pero no físicamente. Lo que va a descubrir es, más bien, el retrato de un París ocupado por los Nazis por encima del que sobresale, como un símbolo, la figura de una niña anónima.
La ciudad estaba desierta como para subrayar la ausencia de Dora

Desde el inicio de su viaje, y durante todo el camino, el protagonista nos hace caminar por las calles de París en un paseo que, minuciosamente, nos va haciendo el recuento de calles, plazas, bocas de metro, edificios emblemáticos, colegios, cuarteles... Y todo ello por una razón muy simple: ese narrador se siente enganchado a Dora Bruder gracias a un espacio muy concreto. El Bulevar Ornano, residencia de aquella desconocida, y lugar en el que el protagonista paseaba con su padre cuando era niño, muy cercano a su propia casa. La cuestión es muy sencilla: el hombre busca a Dora Bruder pero, en el fondo de su alma, se busca a sí mismo; su propia historia se pone entonces bajo el prisma de la historia de Dora, y ambas se confunden en muchos momentos, hasta que en varias ocasiones ese narrador cree haber coincidido en algún instante de su historia pasada, o de la de sus padres, con la auténtica Dora Bruder. Al mismo tiempo, a medida que escudriñamos junto a él en su vida pasada, observamos cómo su mirada de desconocido se difumina en favor de la mirada del propio autor real. Es Patrick Modiano entonces quien habla directamente, quien sostiene la imagen de Dora Bruder como si fuera la de sí mismo: un niño judío, como Dora, que se planteó interrogantes, sufrió, y escapó del regazo de sus padres como ella lo hizo. Aunque nunca llegaremos a saber si por las mismas razones. En todo caso, lo que importa no es, finalmente, quién es Dora Bruder, sino qué significaba ser niño en un París ocupado. Qué significaba ser judío. Y, por encima de todo, se levanta una afirmación que Modiano lanza mientras observa un antiguo cuartel:
Me dije que nadie se acordaba de nada.

La novela habla sobre la memoria, un tema clásico de la literatura contemporánea, frecuente además en la obra de Patrick Modiano y, sospecho, uno de esos hilos argumentales que jamás pasan de moda; porque en algún lugar del mundo, remoto o conocido, siempre hay alguien que busca entenderse, o que quiere recuperar su pasado, o reconocerse en la imagen de sus ancestros, o tratar de comprender las señales más oscuras del mundo, aquellas que de vez en cuando posan su mirada sobre un pueblo, una raza, una forma de vivir, y los destrozan.

No en vano, son cientos las obras que se han publicado -y seguirán apareciendo- que toman como contexto para su historia la devastación provocada por el nazismo, quizá el elemento histórico más apropiado para contener en sí mismo esas señales oscuras. El novelista francés, en este caso, se hace eco de la ocupación nazi porque, de algún modo, ello supone echar la vista atrás para reconocer su propia historia. ¿Qué significa ser judío en París? Si el recuerdo de sus padres no logra devolverle una imagen clara, quizá sí pueda conseguirlo a través de Dora Bruder. Moviéndose primero por las calles que conocieron los movimientos infantiles de la pequeña, para después buscar a las personas que pudieron conocerla, documentos que constataron su presencia en uno u otro lugar, fotografías antiguas, y hasta el tiempo atmosférico que pudo hacer en el momento en que Dora se escapó. Decenas de detalles son recorridos por su mirada hasta constatar el cruel destino de aquella desconocida que ya no lo es tanto.
 Un relato directo, de construcción sencilla y lenguaje enormemente accesible, de apariencia simple, que esconde ese tesoro que contaba al principio. La emoción contenida en las palabras de Modiano, la ausencia de tono acusatorio, de reprobación hacia quienes derribaron el futuro de Dora Bruder, la ausencia de tono lacrimógeno o sentimental, redoblan la crudeza del relato y dan por cierta la idea de que una gran obra no nos cuenta lo que tenemos que sentir. Somos nosotros, en este caso, quienes encontramos dentro de esa aparente frialdad el corazón destrozado del autor, el de los padres de Dora, el de los miles de niños judíos que, “al igual que Dora, hablaban todos ellos con acento de París”.  


Reseña de Mustis

¿Quién fue Dora Bruder? Seguramente ninguno de nosotros conoceríamos ni siquiera su nombre, si a Patrick Modiano no le hubiera llamado la atención un anuncio en un viejo periódico Paris-Soir de 1941. En él, unos padres buscaban a su hija, Dora Bruder, de quince años, que se había escapado de un colegio de monjas. A Modiano le sorprendió aún más que esta familia había vivido en una calle de París muy conocida por él, y a partir de aquí comienza su investigación para saber qué fue de Dora. Tristemente, buscando entre los archivos de la época nazi, descubre que posteriormente a su desaparición hay documentos que demuestran que fue deportada a Auschwitz, donde murió.
Modiano nos relata lo que descubre sobre Dora desde la lejanía que le dan los años transcurridos, pero también desde la cercanía de que él también es judío, y de que conoce a la perfección todos esos lugares que Dora debió de frecuentar.

Patrick Modiano


En los días en los que leí este libro también hacía lo mismo con Con los ojos de una niña de doce años, de Janina Hescheles. Ambos narran tristes historias muy parecidas, y ambos me llegaron my dentro siendo, en cierto sentido, las dos caras de una misma moneda. Janina también fue una niña judía que pasó por un campo de concentración, pero ella sobrevivió (es más, aún vive); si su historia nos conmociona tanto es porque la escribió con doce años, muy poco después de su liberación. En cambio, Dora murió y nadie supo de su historia en años, por eso el que Modiano haya rescatado su memoria nos hace sufrir pensando en cuántos padecimientos tuvo que pasar al igual que tantas y tantas personas cuyas vidas han quedado en el olvido.
La ciudad de París es también protagonista en Dora Bruder. Modiano se recrea hablándonos de sus calles y plazas, esas por las que Dora y él caminaron, y que el escritor nos describe con todo lujo de detalles. En este aspecto, creo que hubiera disfrutado más del libro si mi conocimiento de París fuese más profundo, ya que me habría sentido aún más cercana a Modiano y a Dora.

Dora y sus padres


Me ha gustado mucho la forma en la que Dora Bruder está escrito. Reconozco que, cuando planeamos este homenaje al actual Premio Nobel, yo me apunté enseguida pero ni siquiera había oído hablar de Modiano. Por eso, tenía un poco de miedo a encontrarme con una lectura densa, difícil, que yo no pudiera llegar a disfrutar totalmente. Y me alegré mucho de que no fuera el caso, porque Modiano me ha resultado muy cercano, e incluso aunque el estilo de este libro es en algunos momentos casi periodístico, es de los que te tocan el corazón.
He leído reseñas de todo tipo en el tiempo que llevamos con las publicaciones de "Navidades de Nobel". No sé si sus otros libros me resultarán tan atractivos, pero por lo menos sé que, con Dora Bruder, Modiano ha pasado a ser de un perfecto desconocido para mí a un escritor a quien admirar. Y espero poder confirmarlo con el resto de su obra.