Llevamos dos años aquí. Estamos cansados. No sabemos cuánto más podremos aguantar. Nuestros dedos crujen cada vez que pulsamos una tecla, y ya todos nos han olvidado. ¿Por qué empezamos esto? ¿Quién nos mandó meternos en este lío? Dormimos poco. Tenemos los ojos rojos, pero aquí seguimos. Lo cierto es que no podemos pararlo. Apareció de pronto. Nos pilló por sorpresa. Intentamos correr. No funcionó. Intentamos escondernos, nos encontró. Al final, nos rendimos. Por eso seguimos aquí. No podemos irnos.
Al principio, era divertido, emocionante incluso. Simplemente escribías. Era excitante exponer lo que de ti había salido al mundo. De todas formas, poca gente nos leía. Poco después, con los primeros comentarios, descubrimos con horror y una pizca de orgullo, que había gente detrás de la pantalla. Al principio, nos sentimos observados, pero nos acostumbramos. Solo notábamos de vez en cuando una mirada penetrante en la nuca. Sentíamos que teníamos que escribir o algo malo pasaría. Pasamos por esa fase en la que casi nos sentíamos obligados por todas esas miradas. Pero luego, tras tantos meses, lo difícil era no escribir, fue la época que pasan todos los yonquis, en la que dicen “puedo dejarlo cuando quiera, solo lo hago porque me hace sentir bien”. Estábamos equivocados. Ahora lo sabemos.
Pronto empezamos a notar los primeros síntomas. En vez de cantar en la ducha, empezábamos una entrada en nuestra cabeza. Tras leer un libro, ver una película,… solo pensábamos en como reseñarla. Es horrible. Os preguntareis porqué este tono pesimista: ¡esta es la entrada 333! Lo que significa que dentro de otros dos años coincidirá con las 666 entradas ¿Casualidad? De todas formas, esto nos encanta, y tenemos la sensación de que nos seguirá gustando por mucho tiempo.
Dicen que dominas de verdad un idioma cuando sueñas en ese idioma. Nosotros soñamos en entradas. Y por mucho que nos quejemos, nos encanta. Somos incapaces de aburrirnos. Siempre tenemos una entrada en proceso en la cabeza. Aprecias más la belleza de las cosas cuando tienes a quien contárselas. Somos felices y estamos orgullosos viendo como una entrada crece y se multiplica, igual que un padre con su hijo. El parto es duro y doloroso, pero no hay nada mejor que contemplar su vida.
Es un orgullo ver como estos “hijos” nuestros reciben el aliento de vuestras visitas y comentarios. Ese aliento es el motor que nos alimenta las ganas de seguir en esto. Con la tontería, llevamos dos años con las manos en el teclado. Es satisfactorio ver cómo crece cada día el número de lectores y seguidores. Estamos tremendamente agradecidos. Gracias. Muchas gracias. De verdad, gracias. Y sin ponernos cursis, gracias.
Somos blogueros. Somos ideas. Somos De Barbas y Boinas.
Simón de Eiré y Silvestre Santé