La tarde de este martes se me cruzó como uno de esos días en los que intuyes de alguna manera que marcarán una diferencia; ya sabes, uno de esos en que podrías decir, sin temor a meter la pezuña en un charcazo de agua hedionda, eso de: -“Pues fíjate, que el día de hoy hasta podría marcarlo en un calendario, y todo…”- Que podrías pintar una línea en el suelo, y dejar una fecha con una notita al margen, vamos.
Aquí no tengo a mano un calendario colgón de esos, para apuntar cosas… Pero tengo algo mejor: un blog. Así que dejaré constancia escrita aquí, para los restos.
Resulta que hace un par de tardes, se juntaron a la vez, ohhh, azares de la laif, dos mundos, dos fuerzas, dos realidades paralelas y cotidianas con las que nos tocará lidiar, y condenadas a entenderse y convivir, en buena lógica. El martes, en apenas un rato, se urdió un conciliábulo contumaz, en frío, crudo y sin presentaciones previas, en pleno fuero interno de nuestra querida Lechona; y a cuya llamada acudieron dos protagonistas, tan reales como ciertos: las dos caras (y consecuencias) del hecho incontestable de que la niña está creciendo A TODA PASTILLA.
LA CARA
Por un lado, ayer fue un día en que os juro que pensé: -“¿¿Qué narices le habrán echado al agua de esta niña hoy…?? Que esta tarde NO SOLAMENTE NO PARA DE HABLAR, ¡¡sino que además parece haberse sacado de debajo de la chistera del mago, como tropecientas palabras nuevas!!”- ¡¡¡Una cosa flipante…!!! Ayer la noté como pletórica… Como si de repente hubiera avanzado… no sé… de un día para otro, unas cuantas semanas del tirón, en cuanto a expresiones, vocabulario y demás. ¡¡La noté muy viva… Muy despierta…!! Muy MAYOR, en definitiva. Realmente, lo noté MUCHO. Y no dejaba de asombrarme… ¿Pero cómo es posible esto…? ¿Cómo has podido aprender tantas cosas hoy…? Imaginaos… Si me llamó la atención, a mí, su padre, que la veo todos los días, y la escucho, y la observo… Y muchas veces cada día me parece un calco al anterior. Y ayer, no sé a cuento de qué… la noté un cambiazo en ese aspecto. Una cosa muy loca…
LA CRUZ
Pero por otro lado… también sacó a relucir el primer episodio de lo que me imagino que será una de esas series NEGRAS que a todo niño le da por querer dirigir, producir, escribir y protagonizar en algún momento de su primera y tierna infancia: leidisanyentelmans… les presento a… ¡¡las RABIETAS!! Así, con mayúsculas y letra gorda. Una serie cuyos episodios, por supuesto, los pacientes y temerosos padres desearían perderse a toda costa como sea. –“Mira… Yo es que soy más de comedia ligera, ¿sabes? …A mí, esto de los dramones carcelarioooooossss… ¡Como que no es lo que más me tira, chatín…! Así que mejor, nos lo ahorramos todo esto, todos, ¿vale…?”-, que dirán muchos padres en estas situaciones.
Y es que… ayer debió desatarse una buena. Según Churri. Porque yo, me la perdí… Por suerte. Supongo. Pobrecita mía.
Vamos los tres al híper… Yo, llevando el “peso” de la compra; nuestro flamante nuevo carrito de cuatro ruedas en la diestra, y la lista en la siniestra, a mi rollito moreno, y tratando de ir ganando tiempo. Churri, con la amorosa Lechona, más rezagada, llevándola como puede.
(Aquí es cuando elijo gastar el comodín del inciso: quería haber escrito un post entero sobre esto hace ya tiempo, pero en fin… ya sabéis. Resulta que desde que la niña anda —¡¡y cómo anda, ya…!!—, los viajes a la compra con la niña se han vuelto, digámoslo abiertamente… toda una aventura. O todo un marronazo. Ya no la llevamos en la mochila casi nunca, porque quiere andar; y en la sillita, pues… según nos venga el viento, por más de lo mismo. Lo suyo es que ande, que corra… y que se canse un poquillo. Y claro… Es entrar por el primer pasillo, y querer atacar desde el segundo cero, a todo objeto que se le cruce desde las muy atractivas y bien colocadas estanterías. -“¡¡¡A tocarlo todoooooooo… OEEHHHOEHHH… Vengaaaa… Locuróóóóóóónnnn…!!!”-
Así que claro… Hay que estar TODO EL RATO ya con ella, pendiente… Y no nos da la vida -ni las lumbares- para ello. Venga… Fin del inciso).
Al poco aparece Churri… con cara de pocos amigos… y que se pira para casa. Que está muertamatá, y que la niña está cansada igual. Yo… pues que muy bien, pero ya que abulta, que no me va a caber en el carrito, y que solamente es un bulto… -“…Si puedes, llévate tú el papel higiénico, anda, que yo me llevo todo lo demás”-. En fin…
Y en esas, sigo con la compra un rato más, y llego a casa. Abro la puerta, y veo a mis dos chicas que ya están a la mesa; la niña cenando como si tal cosa, y Churri mirándome con cara de perro apaleao…:
-“Tu hija acaba de tener su PRIMERA RABIETA. ¡Veinte minutos largos he tardado en llegar a casa! No me he metido directamente en la cama cuando he entrado por la puerta… ¡Pues no sé todavía por qué…! Resulta que ha sido salir por la puerta, y la niña ha explotado; se ha puesto a llorar, y no ha parado. Y no paraba, y no paraba… En plan de tirarse al suelo, patalear, y privarse, como hace ella… De quedarse sin respirar. Y y yo allí, con el percal. Y al final he tenido que venir con ella colgando como un fardo de peso muerto, como un saco de patatas, de un brazo, y el paquetorro de papel del culo en el otro, que no sé ni cómo lo he hecho, que no me podía ni mover. ¡¡Muerta estoy…!!”-.
Y yo, claro… ojiplático, pues es poco. Al final resulta que la niña sí que estaba DEMASIADO cansada… Y la sala de máquinas reventó, al parecer. Yo no lo vi venir, desde luego; no parecía muy diferente a otras veces. Si no, no la hubiera dejado irse sola con la niña y el paquetón, así como así. Pero claro… Siempre hay una primera vez para casi todo. Y ayer, pues tocó una. Y se la comió Churri enterita. Primer plato, segundo plato, y postre.
Pero además, por lo visto, fue llegar a casa las dos, seguir lloriqueando la cría un pelín más… y en un santiamén, ¡volver a su rollito normal, y la niña como si no hubiera pasado nada! Y tan pichi. ¿¿Cómo te lo comes, eso…??
Así que… ayer comprobé en mis carnes cómo puedes pasar de la sonrisa más inesperada, del Orgullo de Padre™ más asombroso, de tener uno de esos momentos que te marcan y en que realmente piensas -“¡¡Es que me la cooomoooo… Aynnnssss!!”-, a la estupefacción más absoluta y el desconcierto más repentino, con bajonazo de campeonato. Así, en un chasquido de dedos. De la azotea más luminosa del más alto rascacielos bajo el más radiante de los cielos, te caes a los sórdidos y lóbregos túneles del metro… y más abajo. Una caída con hostión de órdago, en apenas un parpadeo.
¿No querías emociones fuertes en tu vida…? ¡¡Pues aquí van dos tazas en la misma ronda, jefe!! Joder… con la niña. ¿Pero esto de las rabietas no era más adelante…? ¿Ya…? ¿Tan pronto…?
En fin… Asúmelo, chico. Tu lindo bebé cada día está más lindo… pero cada día tiene menos de BEBÉ. Qué alegría, mira tú… Pero qué pena me da.