Buena inauguración de las jornadas de piano que llevan el nombre de su impulsor, con una OFil cada vez más madura y compacta, hoy algo reforzada para la ocasión, su titular al frente más un joven pianista francés y valiente que se atrevió con dos conciertos en vez de uno, el del ruso Scriabin con el que se estrenaba, más el de su compatriota Ravel.
Se nota el trabajo previo de la formación carbayona porque cada sección está segura y compenetrada, hoy echando de menos un poco más de tensión en los cellos que resultaron "blanditos" en comparación con sus hermanos contrabajos, hoy cinco, que redondearon un equilibrio en la cuerda necesario para el programa sabatino, una madera convincente con solistas increíbles, los "bronces" también con refuerzo que sonaron compactos aunque demasiado presentes por momentos (no fue culpa suya) y una percusión un poco insegura como contagiada de un Conti que estuvo desigual en las tres obras de este primer sábado de noviembre.