En estas fechas se celebra el setenta aniversario del Desembarco de Normandía. El día seis de junio de 1944, más de cien mil soldados aliados occidentales de varias nacionalidades, estadounidenses, británicos, canadienses y polacos, entre otras, desembarcaron en cuatro playas normandas y, con su éxito, provocaron la derrota final del nacismo y la liberación de la Europa ocupada.
De hecho, cuando el desembarco se produjo, ya hacía un año que el Eje estaba perdiendo la guerra sin remisión. No es descabellado afirmar con rotundidad que Alemania perdió la guerra en el Frente del Este, en Stalingrado o en Kursk, en 1943. Por aquel entonces, era la Unión Soviética quien soportaba y contenía al rodillo alemán, y lo hizo casi en solitario, sufriendo una sangría humana y material indescriptible. De hecho, si comparamos la macabra estadística de bajas habidas en la batalla de Kursk y la comparamos con las habidas en el desembarco de Normandía, pronto veremos que no hay color.
Los soviéticos pidieron insistentemente la apertura de un segundo frente desde 1941, año en que Hitler les agredió. ¿Que hacían los angloamericanos, mientras tanto? Abrir frentes secundarios, como el norte de África o Italia y esperar su momento. Aún así, los rusos consiguieron parar a los alemanes y tomar la iniciativa; para cuando el desembarco de Normandía, ya habían liberado todo su territorio y se aprestaban a invadir Europa Oriental; hubieran ganado la guerra por ellos mismos, aunque habrían tardado más tiempo, era inevitable. Fue precisamente en ese momento en el que los Aliados occidentales invadieron Francia; por una parte, consiguieron acortar la guerra, por otra, limitaron la expansión por Europa de los rusos.
Estos días se ha producido otro desembarco muy diferente, pero metafóricamente muy parecido. El Banco Central Europeo ha decidido inundar de liquidez el mercado monetario, se habla de unos cuatrocientos mil millones de euros, y ha bajado el tipo de interés de la Zona Euro hasta un nivel irrisorio, del 0,15%. De esta forma se pretende acelerar el fin de la crisis, cuya recuperación ya nadie duda, reactivar el consumo y obligar al sistema financiero a prestar dinero a las empresas. Con tipos tan bajos se desincentiva el ahorro y se fomenta el consumo, por lo que la velocidad de circulación del dinero aumenta y puede llegar a aumentar la inflación, alejando la temida deflación o bajada general de los precios. La bajada de tipos es histórica pues no se puede bajar más, sino llegaría a cero porque un tipo de interés negativo es un contrasentido. Vamos, que sería como si el banco nos pagase por prestarnos dinero, sin comentarios.
Pero el paralelismo con lo de Normandía continúa, los consumidores que han sufrido políticas de austeridad, quienes han perdido su empleo, las empresas que han visto restringido el consumo por la falta de liquidez en circulación y tantas y tantas víctimas, son como los rusos de la Segunda Guerra Mundial, han parado la crisis y ahora empiezan a ganarle la batalla. Ahora ha desembarcado el BCE con toda su caballería y con soluciones concretas, hasta ahora sólo se dedicaba a los cuidados paliativos, como los angloamericanos, abriendo frentes secundarios. Y digo yo, ¿cuántas víctimas inocentes nos habríamos ahorrado, tanto en la Segunda Guerra Mundial como en esta dichosa crisis, desembarcando antes? Lo cierto es que al final habríamos salido de ella, pero hubiéramos tardado más que sin el desembarco del BCE.
Hace un tiempo escribí un post llamado “economía y señal wow” en la que manifestaba mi escepticismo sobre la pretendida recuperación. El desembarco del BCE sí es, en mi opinión, una “señal wow“. Espero y deseo de corazón que realmente funcione y tomemos nota para conseguir evitar crisis parecidas en un futuro. Pero si tenemos en cuenta que las crisis tienen una memoria de quince años, ¿lo conseguiremos?