Dos en la carretera, el matrimonio es un gran invento... o no. [Cine]

Publicado el 14 febrero 2015 por Ahoracriticoyo @AhoraCriticoYo
Es San Valentín. El amor está en el aire. Decides que hoy toca sesión de cine romántico con tu pareja acurrucados en el sofá bajo una manta. Pero ver una película que muestra el desmoronamiento progresivo de una pareja probablemente no sea la mejor elección para un día así. Sin embargo 'Dos en la carretera', a pesar de mostrar una visión poco idílica del matrimonio, sigue siendo a día de hoy una de las mejores películas de amor que nunca se hayan realizado. 

¿De qué va?

Durante un viaje a la Riviera francesa Joanna (Audrey Hepburn) y su marido Mark (Albert Finney) revivirán el inicio de su relación, los primeros años de su matrimonio y sus respectivas infidelidades. Con el paso del tiempo los dos han cambiado y también su relación, cosa que les hace plantearse si deben continuar juntos o separarse.

La crítica


La primera escena de 'Dos en la carretera' ya indica claramente por dónde van a ir los tiros. Joanna y Mark van en su flamante coche y se topan con una boda, justo cuando los novios salen felices de la iglesia bajo una lluvia de flores:
- No parecen muy felices - exclama ella. - ¿Por qué iban a serlo? Acaban de casarse - le contesta él.

Con este breve diálogo Stanley Donen nos presenta a los dos personajes principales y además deja claro en qué punto se encuentra su matrimonio. No sabemos apenas nada de ellos, ni cuántos años llevan casados pero es evidente que el aburrimiento ha hecho mella en su relación.


A partir de ese momento Donen y su guionista, Frederic Raphael, deciden darle una estructura a la historia en forma de continuos saltos temporales mostrándonos la evolución de la pareja, a la que siempre vemos viajando.

A medida que pasa el tiempo su estatus social y económico va en aumento (cambios que quedan reforzados con el  vestuario que llevan en cada momento y los coches que conducen en cada época, cada vez más lujosos), su matrimonio va en progresiva decadencia. Parece evidente que Donen quiere dejar claro que la culpa de sus problemas es su cada vez más alto y acomodado nivel de vida.


Pero nada más lejos de la realidad. El verdadero problema no es su nueva posición social sino el hastío mútuo en el que ha desembocado su relación. Joanna siempre se había mostrado alegre y positiva y Mark gruñón y desagradable pero con los años ese carácter varia, sobretodo en el caso de ella, que pasa a ser mucho más cínica, algo casi imprescindible para poder soportar la prepotencia de su marido. Ahí reside el gran mérito de los dos intérpretes, capaces de hacernos creer que alguien como Joanna pueda enamorarse de un cretino como Mark, espléndido Albert Finney en su rol antipático y amargado. Como contrapunto a esa antipatía, Audrey Hepburn demuestra ser la actriz perfecta para el papel, transmitiendo una gran dulzura tan sólo con su mirada.

La maestría con la que Stanley Donen junta todos los aspectos del film viene reforzada con la excelente partitura de Henry Mancini, que ayuda a darle al conjunto un aspecto nostálgico, como si quisiéramos quitarle hierro al asunto. Somos conscientes del desmoronamiento de una pareja pero el tono cercano que nos ofrece, el poder estar tan cerca de los personajes y saber lo que sienten, ayuda a que empaticemos más de lo normal con sus protagonistas e incluso que aceptemos algunas de sus decisiones aunque moralmente puedan no gustarnos.

Los cuentos suelen acabar con eso de "y fueron felices y comieron perdices" 'Dos en la carretera' nos muestra lo que pasa después de tanta felicidad y tantas perdices. El análisis de la pareja que nos muestra es demoledor pero su visionado no debe considerarse un alegato en contra del matrimonio. Simplemente muestra la cara más amarga de la convivencia. Una convivencia que en este caso está llena de egoísmo por ambas partes pero que a pesar de todo acaba dejando una pequeña puerta a la esperanza. Es una gran historia de amor. De amor perdido quizás, pero de amor al fin y al cabo.

Información de más

  • Durante el rodaje, tanto el director Stanley Donen como sus dos protagonistas estaban en pleno proceso de divorcio de sus respectivas parejas.
  • Donen tenía muy claro que quería a Audrey Hepburn para el papel de Joanna. Sin embargo, para el papel de Mark, se pensó en Paul Newman y Michael Caine antes de escoger a Albert Finney.
  • Henry Mancini, autor de la BSO, consideraba éste su mejor trabajo.
Nota final: 8
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