Hoy traigo al blog la historia de dos personas que he atendido en el trabajo. La historia y cada uno de sus detalles son ciertas. En cuanto al relato, es una ficción. O tal vez no...
Manuel también es un padre de familia. Un poco más joven, tiene 40 años. También está casado y tiene dos hijos, de 10 y 8 años. Convive con su mujer y un hijo de 14 años, de una relación anterior de ella. Manuel siempre trabajó en la construcción, desde los 14 años, cuando abandonó los estudios. Trabajó en diferentes empresas y atravesó diferentes periodos de desempleo.Cuando cerró la última empresa en la que había sido contratado, decidió establecerse como autónomo, pero la falta de trabajo hizo que tuviera que abandonar a los pocos meses. Hace ya varios años que se encuentra en desempleo. Es la tercera vez que solicita la Renta Mínima de Inserción. Está desesperado porque no encuentra empleo, dice que nadie le ayuda y se queja con amargura de la falta de trabajo. Ante la ansiedad que la situación le produce su médico de cabecera le ha tratado con medicación. Actualmente está bebiendo demasiado y el ambiente familiar es cada vez peor, con frecuentes discusiones con su esposa.
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Así que les propuse a ambos compartir su historia y concretamos una serie de entrevistas. Poco a poco Manuel fue exponiendo su doloroso recorrido. Era el menor de cuatro hermanos, siendo él el único varón. Apenas recuerda nada de su infancia, salvo los episodios de violencia que su padre, alcohólico, ejercía con frecuencia. Dice que pegaba con frecuencia a su madre y a él mismo. Los insultos y menosprecios eran habituales y, entre lágrimas, relata como un día su padre le gritó que "no servía para nada" y que "nunca iba a llegar a nada en la vida". El relato de Manuel continuaba con sus sensaciones de cómo toda su vida había quedado marcada por aquellos episodios, la culpa, la rabia y la depresión que ello le había causado, el refugio que a veces la droga y el alcohol le habían supuesto... Y lo que había sido su principal motivación para salir adelante: que sus hijos no pasasen por lo que él había pasado. Lloraba amargamente cuando nos confesaba lo derrotado que se sentía cuando veía que no lo estaba consiguiendo.
Su padre tenía razón. Jamás llegaría a nada en la vida...
Impresionado por el relato de su compañero, Javier guardaba un respetuoso silencio.Cuando Manuel terminó de hablar y a duras penas se repuso, Javier se le acercó y le dió un profundo abrazo.
Y yo sentí que aquel abrazo iba a ayudar más a Manuel que cualquier subsidio o prestación a la que pudiera acceder.