1970
Un niño está sentado en la escalera.
Baja un ratón retonteando a trechos.
La luna se deshila en los helechos.
Niño azul. Ratón gris. Luna de cera.
El viento asciende y le requiere "espera,
espera, niño, agárrate a los pechos
de la virgen", el viento abre los techos
como una carta urgente, volandera.
¿De quién, de dónde es este niño absorto,
tropezante, inocente? De este mundo,
es de este mundo del año setenta.
Una lágrima larga, un calzón corto,
un silencio ascendiendo del profundo
hueco de la escalera cenicienta.
No comparto la opinión de Benjamín Prado. Cierto que una primera visión del libro o una lectura apresurada o superficial nos puede dar la visión que él expone. Sin embargo, la lectura sosegada, la relectura, el acceso a la urdimbre de cada poema es el camino que nos conduce a un territorio familiar, nos mete en la casa de Blas y de Sabina, nos aporta las claves de un tiempo y de una peripecia histórica y sentimental irrepetible. Cierto que sobre gustos no hay nada escrito, pero yo invitaría a Benjamín a realizar ese ejercicio. Estoy convencido de que su mirada sobre esta colección de poemas encontrará nuevos motivos para matizar, aunque sea un poco, sus reservas. Tan discutibles, por cierto, como legítimas.
Abajo podéis ver y escuchar "Me queda la palabra" en la voz de Paco Ibáñez.