Hace ya de ello casi 40 años y es como si lo estuviera viendo ahora. Un grupo de gente joven estábamos en mi casa sentados en el césped del campo de futbito. Disfrutábamos de una tarde estival espléndida al aire libre y charlábamos amigablemente, cuando mi amigo Enric que es 10 años más joven que yo, me dijo: “La necesidad es el motor más importante que mueve al hombre”. Quedé estupefacto y tardé en digerirlo unos segundos. Tuve la clara sensación de que aquello era importante. Hasta ese momento yo pensaba que los verdaderos motores que empujaban al ser humano eran el dinero, el poder, el sexo, el amor… Él tenía razón. En un segundo todo mi planteamiento se había venido abajo. Lo reconocí inmediatamente. No recuerdo cómo siguió la cosa, pero sí sé que desde ese momento hasta ahora siempre he tenido muy presente aquello.
Tenemos además la necesidad de expresión, la de creación artística, la de comunicación, la de libertad… que también son necesidades profundas del ser humano. Este motor hace crecer a la persona y a su vez a la sociedad, confiriéndoles madurez. Pero no se nos debe pasar por alto la parte negativa de la necesidad; cerebros enfermos generan también necesidades defectuosas.
Mientras se ve claramente que una parte importante de la sociedad que les rodea van descaradamente en busca del beneficio propio, a pesar de ello, la gente humilde lo entiende como normal y acepta la situación con resignación pensando en que ya llegará el final de la crisis y las cosas volverán a ser como antes. Lo que no saben es que muchos de ellos no llegarán a verlo, si es que algún día dentro de 20 o 25 años, se llega a una situación parecida. Y mientras tanto, a sufrir, mientras los espabilados se aprovechan. Esta sociedad tiene medios para corregir esto, pero sólo en el caso de que sea exigente.
Para mí, es evidente que la necesidad y el interés propio son motores distintos, y mientras el primero es el más importante, el segundo es complementario. Los animales también tienen el primero, mientras que el segundo es característica meramente humana.
Posteriormente y con el tiempo, he ido poniendo un poco de orden en todo esto y he visto que podríamos “ver” submotores denominados la necesidad de dinero, la del poder, la del sexo, la necesidad del amor… Pero no. Si miramos bien, la necesidad es sólo una y tiene muchísima fuerza. Se trata de todo aquello que es mínimamente imprescindible para vivir. Lo otro son ruedas dentadas que van girando impulsadas por el motor principal y cada una de ellas tiene un determinado tamaño. Las necesidades básicas de comida, refugio, protección, reproducción… que nos harán movernos para cubrirlas, las tenemos todas las personas y los animales; pero depende de cada persona, unas tendrán cubiertas esas necesidades con muy poco, mientras otras tendrán grandes necesidades de ello. Su movimiento se limita al puro instinto de supervivencia. Cuando nos encontramos con ese mínimo de necesidad cubierto y continuamos exigiendo más, es cuando se pone en marcha el motor del interés propio, que como todos los motores impulsa hasta coger velocidad de crucero, y dependiendo de personas, algunas de ellas por ambición o miedo previsor, seguirán apretando el acelerador para conseguir más y más.
Caña a la falta de madurez que lleva al egoísmo destructor.
Joan-Llorenç
dalescana@gmail.com
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