“Memorias de mis putastristes” de G.G. Márquez, me ha servido para reconciliarme con el colombiano, aquien leí con profusión (y, sin duda, sin el debido rigor) cuando apenasabandonaba la adolescencia y del que quedé empachado. No es su obra maestra yni siquiera le hace honor al título, pero aporta una versión fresca y originaldel amor en la vejez.
“El viaje de Jonás”,de mi paisano J.L. Jiménez Lozano, no me ha resultado tan gratificante. A decirverdad, se me ha antojado un mero divertimento, con poca substancia, de quiense siente adulado por la crítica y desdeñado por el público, y, y sabe supublicación segura por subvencionada.Y disculpen Uds. estas intermitencias estivales.