Dos obras maestras con siete estrellas

Publicado el 04 marzo 2018 por Josep2010

Que no lo son, advierto: que no son obras maestras, digo. Que eso gritan los de costumbre, propiciados por los mercachifles que pretenden confundir al personal. Que no. que no son obras maestras, mal que lo digan algunos carteles y algunos mal autodenominados críticos de cine.
La más antigua del lote, el último truño producido por la mente calenturienta de Christopher Nolan, otro que tal calza, otro Juan Paolomo que se ha creído tocado por la gracia de los dioses del séptimo firmamento. Yo debo ser un tipo raro, porque he visto varias películas dirigidas por Nolan y ninguna me ha gustado y sigo cayendo en la trampa, acuciado por la malsana curiosidad: malsana porque ya sé que al final acabaré por lamentarlo. Es lo que me ha sucedido con Dunkerque y mira que ya estaba advertido de antemano, pero es lo que hay.
Nolan una vez más se nos muestra grandilocuente, excesivo, innecesario, usando todos los planos imaginables sin ningún sentido del orden ni la proporción y ni siquiera logra sorprendernos con una propuesta que acabe por ser una construcción sólida y moderna a la vez: es pretenciosa como acostumbra y marea como siempre al personal con idas de olla sin venir a cuento: baste recordar que usa los flasback sin atnerse a la lógica más elemental, buscando el ¡oh! papanatizado que le encumbre como el genio que debe pensar es, cuando no es más que un tipo con suerte al recibir fondos suficientes para películas que van sobradas de todo menos de inteligencia: porque mira que el tipo tiene medios a su alcance, materiales e incluso artísticos incluyendo un elenco que podría dedicarse a cosas más provechosas, todo para intentar epatarnos una vez más con una sarta de insensateces cinematográficas que no pasarán veinte años sin caer en el ridículo.
Una hora y tres cuartos perdidos de mal recuerdo. Si es que no aprendo: la próxima de Nolan, no la veo. Lo apunto aquí par acordarme. (El año que viene, más risas)
Lo que me duele es que me ha decepcionado -y mucho- la tercera película (cuarta, si sumamos el excelente corto) de Martin McDonagh, dramaturgo de peso que se dobla en cineasta de interés, porque como ya he dejado escrito anteriormente, sus dos largometrajes anteriores me gustaron mucho; más la primera que la segunda, pero esta tercera era esperada como la confirmación y algo ha pasado que ha frenado lo que parecía una interesante forma de entender el cine.
McDonagh es conocido como dramaturgo por la dureza de las situaciones que formula en sus piezas y tanto en Six Shooter como en la espléndida Escondidos en Brujas y luego en la más extraña Siete psicópatas mantiene unas tramas en las que la violencia es parte integrante pero no principal y siempre mantiene unos personajes con ricos matices que se comportan de forma un poco rara pero con una lógica aplastante que cuadra con el motivo de la trama, usualmente por encima de los propios personajes.
No ocurre lo mismo en esta Tres anuncios en las afueras que me ha dejado con una sensación extraña: la trama no parece escrita por Martin McDonagh: apenas hay violencia y la intriga brilla por su ausencia: el asesinato de la hija de la protagonista es apenas una mera excusa para dedicarse a ofrecer planos y secuencias en los que se luzca Frances McDormand y pueda enfrentarse a tipos duros de pelar como Woody Harrelson y Sam Rockwell, siempre prparados para robar una escena al más pintado.
Cuando aseguro que apenas hay violencia no me refiero únicamente a que no hay muertos por la mano de nadie y a que no se huele la violencia en el ambiente, lo que sí existe en las anteriores películas de McDonagh. Uno tiene la impresión que el autor (escribe y dirige acertadamente) ha dejado de lado su carácter británico para americanizarse, me temo que bajo la interesada influencia de los Coen, que no aparecen pero cuyo aliento se huele y no sólo porque la película sea un vehículo al servicio de la McDormand (que le darán el premio sin merecerlo) sino porque el guión no tiene la firmeza de las anteriores ocasiones y rechina perdiendo aceite lo mismo que buenas oportunidades, quedando todo en una mera anécdota que pretende pasar por un retrato de la américa profunda pero que permanece como el retrato de una mujer profundamente estúpida e injusta y un imbécil con permiso de armas con menos cerebro que un mosquito, plagado de ideas machistas y racistas, tan simple que se hace imposible encuadrar la idea que tiene para conseguir un ADN, porque es que el tipo no da para tanto.
Diría que el único personaje salvable es el del sheriff incorporado por Woody, eficaz como siempre, provisto de las frases más inteligentes de todo el guión y eso, teniendo en cuenta que es un secundario de corto recorrido, ya nos dice mucho de la película en conjunto.
Una pena, porque, no siendo mala película, hubiese podido ser mucho mejor: pretende ser crítica y queda en anecdótica.