Pues sí, muy duro. Sobre todo porque es un tema muy real, muy actual, es la realidad de muchas personas mayores, algo que nos toca -o nos tocará- muy de cerca a todos y que por tanto resulta dolorosamente certero. Esta es una película dura de ver, de esas que te dejan con un nudo en la garganta, que te encojen el corazón y que al final te hace llorar como una magdalena.
A pesar de ser tan dura, cosa que puede echar para atrás, merece muchísimo la pena. Ya no sólo por las magníficas actuaciones, que son de diez, sino también por la forma en que está filmada. Sólo dura 1h y 30 mins y eso se nota, al final es un film que no se hace largo o pesado en absoluto. Sobre todo, creo que está grabada de una forma muy original: el espectador lo ve todo como si estuviera en la cabeza del protagonista, vive la película de la misma forma en que él vive su demencia. Por esa razón, la narración se hace muy amena y fácil de ver, a la par que consigue que empatices a lo bestia con el protagonista, porque lo ves todo como lo ve él. El espectador vive la incertidumbre, la confusión, la impotencia, el... ¿qué está pasando? Sin que por ello la película resulte confusa o difícil de entender en absoluto. En fin, para mí tiene un sobresaliente en todo, incluyendo la originalidad.
Matthew, un asesino condenado a muerte, pide ayuda a Helen, una monja, para que intente librarlo de este destino. Helen también tiene una misión espiritual, y es conseguir la absolución de Matthew en caso de que no logre librarse de la pena de muerte. Un tema peliagudo, ¿verdad? Protagonizada por dos pedazo de actorazos, esta película es una joya de principio a fin. Ya desde el principio, la premisa de la que parte plantea muchos dilemas morales en el espectador, genera dudas y muchas reflexiones acerca del perdón, la maldad y arrepentimiento, y esto es algo que me encanta. Es una película que no deja indiferente, que hace pensar, y, por supuesto, que conmueve.
El dilema aquí es que el espectador sabe que Matthew es culpable. En mayor o menor medida, es culpable de asesinar a dos adolescentes y violar a una de ellos. ¿Se puede conseguir el perdón después de un acto así? ¿Se puede llegar a sentir compasión por este tipo de persona? Y, en caso de que sí, ¿es correcto sentirla? Este tipo de cuestiones van a sacudir a la hermana Helen, y también a nosotros.
El vínculo que se crea entre el preso y la monja es complicado cuanto menos, pero también hermoso. Es algo que te rompe en dos como espectador: por un lado, yo no podía evitar sentir pena y compasión por Matthew, y por otro lado, me asqueaba saber lo que había hecho. Por supuesto, lloré como una posesa al final y es una película que se me ha quedado muy grabada y cuyos dilemas no voy a olvidar con facilidad. Creo que todo el mundo debería verla.