BUENA DISPOSICIÓN
¿Para tres días tantas maletas?
Me pregunta
Él viene con lo puesto. (No lo puedo creer.
¿Es que no va a cambiar
siquiera de chaqueta?)
Al instante me acuerdo de unos versos de Donne.
(Como un feliz reproche): Ea, pues,
¿qué más ropa necesitas que un hombre?
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¿NO SE TE OLVIDA NADA?
Desayunar croissants en hoteles de mil estrellas. Despertar viendo el mar a través de palmeras inmensas, buscándonos después de habernos sumergido en nuestras propias olas y volver a la orilla entre risas de sol y zumo de naranja empapados de besos. La droga de vivir pendiente de la droga que era tenerte cerca (aunque pensar en ti fue también una forma de tenerte conmigo durante tantos años), el terror de los sueños a hacerse realidad y un miedo inconfesable a no tener excusas, todo parece hoy tan lejano y tan mío. Escapar de algo juntos hacia nunca. Hacia siempre. O dejar que el azar hiciera de las suyas y eso nos perdiera. Escapar de algo juntos. Tener la vida entera para escondernos y (¿por qué no me dijiste todo esto, entonces?) tener el tiempo justo para meterlo todo en un poco de tiempo: la playa, las camisas, los paseos, los libros, los ratos de silencio, las caricias, las huidas, las trampas peligrosas donde caemos a veces, las palabras que al fin terminan rescatándonos, esos vaqueros claros, la cinta de Iggy Pop que te grabó tu hijo, los pantalones negros que te sientan tan bien, y la cena de anoche, el postre que pedí de nueces y de fresas, lo que estuviste a punto de decirme y callaste. Desayunar croissants en hoteles de mil estrellas. Despertamos entre un oleaje de coches que se abren como barcas al mar –la Gran Vía bebiendo el sol de la mañana– y un cielo transparente de agua mineral. La droga de vivir. Tener el tiempo justo para meterlo todo en un poco de tiempo: la chaqueta de cuero que llevabas el primer día, los planes para volver a vernos, el colchón en el suelo, las bebidas de anoche a medio terminar, una imagen de ti con el pelo mojado saliendo de la ducha, el tacto de tu piel todavía en mis dedos, los vaqueros oscuros, esa camisa blanca que te sienta tan bien, las ganas de reír en plena madrugada. Vámonos. Todo listo. ¿No se te olvida nada? Ya en el taxi, Buscábamos palabras para decir adiós y encontrábamos besos. Y después, al llegar a la sala de embarque… Mejor no recordar el aeropuerto (La realidad no dura mucho tiempo.)