En los vuelos de vuelta a casa, el sábado por la noche, me acordé de un cuento que mi amigo Juan, de Valencia, preparó para unos amigos suyos (Quique y Katia) que se casaron hace unos años:
Un viejo capitán estaba sentado en el noray del muelle de levante en El Cabañal, con su pipa y sus pensamientos cuando se le acerco un joven del lugar.- Mi capitán, ¿qué es el amor? - Le pregunto
- El amor - contestó - es algo que no se puede definir ni encasillar ¿Si quieres, puedo decirte lo que siento por mi mujer? - Si, por favor - contestó el romántico joven. El viejo marino se levantó y caminó hacia una playa cercana. Cuando estuvo en la orilla se detuvo y con un palito hizo dos puntos en la moldeable arena de la orilla y dijo:- El amor que siento por mi mujer es proporcional a la distancia entre estos dos puntos.- Pero entonces - empezó a hablar el muchacho - debe usted de querer muy poco a su mujer. La distancia que hay entre esos dos puntos es de apenas un paso.- Las distancias en una esfera, como esfera es el planeta tierra, pueden medirse en ambas direcciones - repuso el viejo marinero - Y el amor que yo siento por mi mujer es tan grande como la distancia que hay desde este punto hasta el otro rodeando todo el planeta tierra. Y el joven replicó: - Mi capitán, si tanto quiere usted a su mujer, que su amor rodea a todo el planeta ¿por qué su amor no traza una circunferencia completa? ¿por qué hay ese espacio entre los dos puntos?- Querido muchacho, ese espacio sirve para mañana, quererla un poco más.