El templo sorprende al visitante ya desde el exterior por su llamativa torre con pintura de ladrillo fingido de fuerte color almagre, resultado de una restauración realizada hace pocos años que, si bien puede reflejar el revoco que la torre tuvo en tiempos, según se comprobó por restos hallados en uno de sus huecos, hubiera sido preferible mitigar un tanto su intensidad que a todas luces resulta excesiva.
El pequeño patio da acceso al interior del templo, donde el visitante hallará no pocos motivos de sorpresa. Pero hoy nos vamos a detener en dos que, por no estar fácilmente accesibles al público, son casi desconocidos por la mayoría.
La primera de estas sorpresas corresponde a unos restos de pinturas murales, en bastante mal estado de conservación, que se hallan en una de las dependencias inferiores del templo, y que es posible pertenezcan a la primitiva iglesia.