Dos torres mudéjares legendarias de Teruel, San Martín y El Salvador
Por @asturiasvalenci Marian Ramos
@asturiasvalenci
Hay algo que me fascina de esta ciudad, sus dos torres legendarias, San Martín y El Salvador. Altísimas y elegantes recortándose en el cielo azul de Teruel.
Barro cocido y rojizo que ha imprimido, desde antaño, un sentido especial a Teruel. Una villa rodeada de tierras ideales para transformar la arcilla, para modelar el barro, para crear movimiento en sus decoraciones, para hacer eterna la imaginación de sus artesanos y creadores. Para construir arcadas, puentes y torres. Para dibujar estrellas de ocho puntas, lazos y arcos petrificados adornando el horizonte aragonés…
Dos torres que nos internan en un mundo diferente.No podemos imaginarnos Teruel sin el ladrillo de adobeque le imprime su propia personalidad. Bello de por sí, sin más decoración que su propio juego de movimientos entre lados y aristas creando imágenes que provocan nuestra fantasía. Es posible que nuestra mirada no llegue a descifrar lo complejo de esta elaboración tan esmerada y cuidada de proporciones matemáticas. Ladrillo mudéjar que ayudó a crear decoraciones livianas y románticas. Enigmáticas en sus ventanas con arco que se alzan hacia el cielo, que se entrecruzan formando hileras, que crean espacios desde donde desconocemos si alguien nos contempla.
Primorosos elementos decorativos, graciosas arcadas, blancos y verdes vidriados que, al recibir la luz del sol, engalanan las dos torres con un brillo muy personal.
En Teruel flota el amor apasionado de cada una de sus leyendas, de esos besos robados o de aquellos que no se dieron; de esas miradas furtivas a través de una ventana. Incluso se puede escuchar el bramido de aquel toro que señaló donde tenía que establecerse la villa.
Vamos a entrar por la puerta más legendaria de Teruel, la
Puerta de Daroca.
Subimos por la famosa cuesta de Andaquilla sintiendo como temblaba Diego de Marcilla ante la incertidumbre de saber si llegaba a tiempo antes de que Isabel de Segura se casara con Pedro de Azagra…
Una cuesta algo empinada y con una bonita puerta de entrada al casco histórico de Teruel. Giramos bruscamente y al fondo vemos la Torre de San Martín. Alta, de decoración sencilla. Pero sin embargo algo extraño en ella nos llama la atención. Posiblemente cuando la fotografiemos y miremos la imagen veamos que ha salido torcida. Nuestra mirada volverá a fijarse en la torre y cuando la veamos recortarse en el cielo, entonces… ¡Nos daremos cuenta que está inclinada!
Inclinación, barro cocido, calor, sol… Y nos cuentan que ésta torre está así porque el mortero secaba mucho antes por aquel lado que recibía el calor del sol y hacía que la construcción se contrajese.
La Torre de San Martín guarda un doble secreto porque en su interior tiene dos torreones concéntricos separados por un metro. Entre ellos, utilizaron este espacio para construir la escalera que ascendía hasta el campanario. San Martín sirvió como puerta de entrada a la ciudad amurallada porque ya lo hemos experimentado, en su base hay un paso abierto. La construyeron después que las otras dos torres que completan el Patrimonio de la Humanidad de Teruel, Santa María de Mediavilla y San Pedro y antes que El Salvador que fue la última.No vamos a poder ver su interior porque esta torre no está abierta al público. Aún así, nos podemos sentar en la plaza para poder contemplar todos sus detalles. Ladrillos resaltados formando estrellas y lazadas, cerámicas blancas y verdes dibujando la estrella de ocho puntas, arcos entrecruzados con líneas rectas y curvas (mixtilíneos), ventanas de arco de medio punto…
Por la calle de los Amantes andaremos hacia la Torre de El Salvador. Si hay una torre que me apasiona y me inspira en Teruel es ésta que vamos a visitar ahora. También es puerta de entrada desde La Escalinata porque también tiene un bello pasadizo abovedado hacia el interior de la ciudad. Todo un lujo fotografiar esta bóveda que se halla en plena calle.
De carácter histórico y eterno porque unlaza con la Plaza del Torico. Torre legendaria y hechicera…
Dos torres que son parecidas, pero no idénticas. La miras y la vuelves a mirar y no te cansas de hacerlo. Es elegante pero muy discreta. Tiene cuarenta metros de altura donde podemos pasar algún tiempo recreándonos con nuestra imaginación y fantasía. Repleta de elementos decorativos y allí, en la alto, un cuerpo de campanas con ventanas de arco y un remate almenado.
Vamos a visitarla por dentro. Y después de subir 119 escalones llegaremos a la sala de campanas. Te aconsejo que esta visita la hagas al anochecer. No existen palabras para describir la ciudad de Teruel iluminada en una explosión de color…Sensaciones a flor de piel que añaden magia a la brisa que puede envolvernos allí arriba.
El Salvador también está formada por dos torres. Una envuelve a la otra y entre ellas se halla la escalera por dónde iremos ascendiendo. En cada planta hay una pequeña sala con exposiciones sobre la Historia, el Arte mudéjar de Teruel y del resto de España.
Cuando lleguemos arriba podremos ver las campanas y realizar una mirada de 360 grados alrededor de toda la ciudad. Algo muy especial si eres un enamorado de esta villa histórica.
Bajamos y nos dedicamos a recorrerla con la mirada pausadamente. Está decorada en su totalidad. Un sinfín de ladrillos rojizos en pleno movimiento, frisos, estrellas de ocho puntas, ventanas con arcos, elementos ajedrezados, flechas, imágenes que simulan caligrafía musulmana…
Una belleza latente… Eterna.
Y pensar que fueron los Reyes Católicos los que decretaron la expulsión de la península de los mudéjares asentados y trabajadores… Claro, los señores cristianos se negaron a cumplirlo porque esto significaba el empobrecimiento arquitectónico y cultural de la sociedad. Y cuando los mudéjares se vieron obligados a aceptar la religión católica ya no serían llamados así. Se habían convertido en moriscos. Moriría una tradición y una cultura que, hoy, más que nunca, sabemos apreciar.
Nos trasladamos al siglo XII y al mismo tiempo contemplamos los edificios mudéjares de Teruel. Construcciones que fueron trabajadas por un pueblo sometido a raíz de la Reconquista. Los cristianos eran muy inteligentes y sabían que debían aceptar a los más entusiastas para que se quedaran y contribuyeran con su trabajo, conocimiento y cultura. A los cristianos les fascinaba el trabajo bien hecho y la capacidad de fantasía y creación que tenía el pueblo musulmán. Además, resultaban ser una mano de obra muy barata.
Los mudéjares vivían en barrios apartados. Tenían su propia cultura, religión y leyes. Sabían que eran vasallos y que debían pagar tributos pero seguían trabajando en sus oficios artesanales. En realidad, solo se les diferenciaba por su forma de vestir y sus prácticas religiosas.
Entre los musulmanes que eligieron quedarse existían alarifes que se encargaron de la creación de grandes obras arquitectónicas. Supieron aceptar las formas cristianas. Incluso cuando llegó la influencia renacentista desde Italia la supieron adaptar a su forma de trabajar.
Y la piedra fue sustituida por el ladrillo rojo. Un material que el artesano musulmán conocía muy bien y que al cristiano le resultaba muy barato en Teruel… Y al ladrillo rojo le añadieron la cerámica vidriada en blanco, verde y morado.
Teruel de tierra arcillosa, rojiza…Ladrilleros, tejeros, olleros, alfareros y ayudantes se dedicaban a la producción y distribución de los ladrillos y otros utensilios de barro cocido.El trabajo de los artesanos comenzaba con la elaboración del barro. Después del oreado al sol, mezclaban las arcillas triturándolas, cribándolas, amasándolas para eliminar el aire y el agua sobrante. El ladrillo de adobe estaba formado por proporciones justas de arcilla y arena mezcladas con agua. Creaban la medida justa metiendo el barro en moldes de madera. Cuando había perdido el agua sobrante y el ladrillo era capaz de mantener su forma fuera del molde, entonces, lo dejaban secar al sol. El adobe era el ladrillo elaborado con arcilla, arena y, en algunos casos, con paja. Era el material de las personas más humildes. Sin embargo, fascinaba a todos por las decoraciones tan elaboradas que permitía crear.El Fuero de Teruel regulaba la actividad de los artesanos a través de la imposición de unas medidas, precios y multas. Tanto las tejas como los ladrillos de adobe debían estar bien cocidos para que pudieran aguantar las inclemencias climatológicas y no se resquebrajaran. En el caso de la cerámica vidriada, a la pieza de barro se le impregnaba con barniz de estaño para conseguir el color blanco, de cobre para obtener el color verde y de manganeso para el color morado. Seguidamente, las piezas se cocían en un horno de leña.
Una cadena de trabajos artesanales para la creación de monumentos que han perdurado hasta nuestros días. No debemos olvidar a los que proporcionaban la madera para que ardiera en los hornos, a los que traían la arcilla desde sus talleres y a los arrieros y comerciantes que eran los encargados de distribuirlas a pie de obra.Entonces, sin todos ellos, no podríamos entender el posterior trabajo del alarife. Maestros en diseñar y realizar grandes construcciones arquitectónicas. Los encargados de supervisar las obras, de valorarlas e incluso de juzgarlas. Era la figura más poderosa del gremio. Además, los alarifes estaban elegidos directamente por el rey.Inclinación, barro cocido, calor, sol, alarifes…Hemos andado mientras imaginábamos la vida de los artesanos. Igual nos encontramos en la legendaria Torre de San Martín de nuevo. Creación de un alarife, igual que la de El Salvador.
Y, de pronto, nos parece escuchar golpes y ruidos en la plaza, como si muchas personas estuvieran trabajando...
Hemos entrado en la leyenda de las dos torres mudéjares…
La próxima leyenda que reescriba…