Si bien este artículo pretende daros a conocer la historia de dos seres catalogados como vampiros, lo dos alemanes, los dos con más o menos el mismo modus operandi, quizás sería más exacto considerarlos sádicos, lujuriosos e incluso caníbales. Debido al carácter excepcional de sus crímenes, los casos levantaron tremendo interés en Alemania, incluso entre sus científicos, que llegaron a separar sus cerebros y a conservarlos para las autoridades de la Universidad, tal y como decía el Daily Express de Londres el 17 de abril de 1925.
Uno de ellos fue el de un hombre que ha pasado a la historia como Grossman, el cual había sido carnicero, por lo que conocía la fabricación de salsichas. Después puso un tenderete de perritos calientes en una estación de ferrocarril de Berlín, donde pudo confeccionar sus propios productos. Grossman atrajo la atención de la policía cuando unos vecinos suyos observaron que muchas jóvenes que penetraban en su apartamento, a pesar de que el hombre no era precisamente bien parecido, ninguna de ellas volvía a salir. Y lo que encontró la policía cuando finalmente entró en su casa fueron montones de prendas femeninas en los armarios… y una historia para no dormir.
Grossman visitaba dos veces al mes una estación de ferrocarril distinta a la que tenía su tenderete, acechando la llegada de alguna joven, preferentemente regordeta y recién llegada a la ciudad. Le ofrecía un empleo de ama de llaves con un sueldo magnífico y, lógicamente, eran muchas las chicas dispuestas a acompañarle. Después de asesinarlas, Grossman se bebía su sangre aún caliente y elegía la carne útil, que machacaba para convertirla en salsichas y las vendía como tales en su tenderete. Lo demás lo arrojaba a la cloaca.
Un caso parecido fue el de Fritz Haarmann, también alemán, conocido como el vampiro de Hannover. Haarmann cometió el primero de sus 24 asesinatos (cifra de la que fue formalmente acusado) en 1918. Pero, más que este escandaloso número, lo más horrible es la forma en la que los cometió. Como señaló el susodicho diario, las víctimas del vampiro de Hannover fueron todas mordidas hasta la muerte. Harmann solía atraer a jóvenes hasta su tienda de volatería, en donde les asía por la garganda y se comía sus cabezas casi por entero, experimentando en el proceso intenso placer. Después, los cuerpos eran desmembrados y convertidos en salsichas o filetes. Durante un tiempo se observó que su tienda podía vender más carne fresca que las demás, y cuando sus crímenes se hicieron públicos, sus clientes tuvieron que considerar que seguramente habían cometido, sin saberlo, canibalismo. Llevado ante un tribunal cuando Harmann contaba 46 años, fue decapitado con una espada y su cerebro extirpado cuidadosamente y enviado para su estudio a la Universidad de Goettingen. Su compañero de tropelías, Hans Grans, fue condenado a cadena perpetua, pero se le conmutó por 12 años de cárcel. Estuvo preso en un campo de concentración hasta el final de la Guerra Mundial. Luego se cambió el nombre, se casó y falleció en la ciudad de Hannover.
Un vampiro no pudo hallar mejor final que ver cercenada su cabeza para gloria de la ciencia.