Joseph Frank.Dostoievski. Los años milagrosos (1865-1871).Traducción de Mónica Utrilla.Fondo de Cultura Económica. México, 2010.
“El objetivo de la biografía literaria, tal como yo la concibo, es ofrecer a los lectores un contexto, tomado de la vida personal del escritor, así como el trasfondo social, cultural, literario y filosófico de su época, que les ayudará a alcanzar una mejor comprensión de la obra”, escribe Joseph Frank en Dostoievski. Los años milagrosos (1865-1871), el cuarto volumen de su monumental biografía del novelista ruso que publica el Fondo de Cultura Económica con traducción de Mónica Utrilla.
En esos años europeos, milagrosos en el aspecto literario y llenos de penurias y dificultades en el aspecto material, el expatriado Dostoievski escribió tres novelas extensas -Crimen y Castigo, El idiota y Los demonios- y dos novelas breves -El jugador y El eterno marido- que, como explica Frank, “no sólo se cuentan entre sus mejores obras, sino que también están entre los más grandes de la literatura rusa y la literatura universal.”
Fueron años en los que Dostoievski perfiló definitivamente su mundo literario en torno a la esperanza, la libertad de espíritu y la furia anti nihilista que culminó en Los demonios. Seis años extraordinarios que “se encuentran entre los más notables de la carrera de Dostoievski y constituyen uno de los puntos culminantes en los anales de la literatura del siglo XIX.
Tras la muerte de su mujer y de su hermano mayor en 1864, inicia ese ciclo Crimen y castigo, una confesión y una profunda reflexión sobre la culpa y el remordimiento, una obra de elaborada complejidad en la que se cruzan varias tramas en torno al protagonista Raskólnikov. Fue la novela que más se leyó en San Petersburgo en 1866 y había trabajado en ella febrilmente, acosado por los acreedores y la epilepsia.
Como en el resto de las obras que analiza en el volumen, Joseph Frank hace un seguimiento minucioso de su génesis, su intrahistoria compositiva, de su proceso de elaboración y desarrollo con el material aportado por la correspondencia de Dostoievski y los cuadernos de notas en los que apuntaba ideas y esbozaba personajes y líneas argumentales que iría desarrollando y rectificando después.
Además de Crimen y castigo y de las dos novelas breves, El jugador -donde conviven los elementos autobiográficos con la reflexión sobre el carácter nacional ruso- y El eterno marido, su mejor novela corta -una incursión en el tema del marido engañado-, los ejes en los que Frank proyecta su atención en este cuarto tomo son El idiota y Los demonios.
El idiota es “la más personal de todas sus obras mayores, el libro en el que puso sus convicciones más íntimas, queridas y sagradas.” En ella el novelista ruso hace una revisión del quijotismo a través de la figura del príncipe Mishkin, un alma generosa en la que Dostoievski reflejó parte de su personalidad y su patología epiléptica. El conflicto con el mundo, la intervención contra el mal, el descubrimiento del dolor y un trío problemático del que forman parte el apasionado Rogozhin y la figura trágica y humillada de Nastasia Filippovna.
Una trama compleja y circular, pródiga en historias laterales y en personajes secundarios abordados con la complejidad magistral de Dostoievski, que explicó alguna vez que el origen de la novela es la escena final, el epílogo en el que se hermanan en el dolor el príncipe de la inocencia, la bondad absoluta en el límite de lo inverosímil o de lo inhumano, y el amigo depravado en quien Dostoievski resume la condición atormentada de sus protagonistas más característicos.
En Los demonios Dostoievski planteó un ataque demoledor contra el nihilismo revolucionario ruso de la década de los 60, a través de personajes como Verjovenski, inspirado en Necháyev, autor de un Catecismo del revolucionario que influyó decisivamente en Lenin.
Es casi una profecía de lo que ocurriría en la revolución bolchevique y el Estado totalitario en el siglo XX, una crítica profética del socialismo y el anarquismo y de las construcciones de la utopía que tiene como telón de fondo la fuerte presencia en la sociedad rusa de aquellos demagogos de la nueva fe integrados en los círculos revolucionarios de los que formó parte el propio Dostoievski.
En ese sentido, es un ajuste de cuentas con su propio pasado, con una militancia que le llevó a la condena a muerte y a un largo cautiverio de trabajos forzados en Siberia. Tenía 50 años cuando la publicó con un gran éxito de ventas y una acogida polémica, pues le valió el rechazo de la izquierda y el reconocimiento entre los sectores reaccionarios, que empezaron a invitarle a publicar en sus medios y a participar en sus fiestas.
El volumen se cierra en 1871 con el regreso de Dostoievski a Rusia para vivir allí los nueve años que le quedaban de vida y alcanzar la cima de su fama y de su prestigio con las columnas del Diario de un escritor y escribir Los hermanos Karamazov, con la que culminaría su carrera artística.
Santos Domínguez