Treme es una serie para paladares finos, instruidos. Para degustar con calma, para apreciar pasado el tiempo dejando que las ideas y la música se filtren poco a poco en el cerebro. Treme es real y dura pero no por ello carece de belleza. En el fondo hay un poso de esperanza en la historia, una redención a través del dolor, aunque no esté al alcance de todos los personajes pero lo veo en la sonrisa de Davis y lo escucho en las melodías de violín de Annie.
No he visto The Wire, serie anterior del creador de Treme y en donde se mueven varios actores que ahora pululan por Nueva Orleans. Sé lo que es, lo que ha significado para la historia de la televisión, lo que cuenta y cómo lo cuenta. Incluso me he leído el libro de la editorial Errata Naturae sobre The Wire. Este año me he propuesto verla. Pero como aún no lo he hecho no puedo decir si Treme es mejor o peor, si su estilo narrativo se mantiene, si los actores se repiten en su interpretación, si las historias se parecen, si Baltimore y Nueva Orleans son hermanas gemelas... pero si puedo decir que la música de Treme es única y se te mete dentro, que John Goodman está soberbio y que ojalá Janet consiga congraciarse con una ciudad tan ingrata con la cocinera.
¿Existiría Treme sin The Wire? ¿The Wire sin The Corner? Y así hasta el inicio. ¿La nueva televisión sería lo que es sin David Simon? ¿Sin la HBO? No. A veces se dan las condiciones propicias para la genialidad. A veces los buenos creadores, el buen trabajo, se ve recompensado. A veces los huracanes mueren en el océano antes de tocar tierra. Muchas veces la realidad es la mejor ficción.