Downton Abbey is back

Publicado el 24 septiembre 2014 por Lya
Creo yo que a estas alturas de la historia será casi imposible. Se me antoja dificultoso, digo, que nadie sepa, conozca o entienda, aunque sea de lejos y de oídas, de los jaleos varios que se suceden sin cesar en Downton Abbey desde hace la friolera de cinco años. 
Cinco años, apunta servidora, que son, nada menos, doce para ellos. Porque la historia comenzó en 1912 con aquello de que el Titanic hizo glú, glú, y el heredero del asunto se fue a pique con el mencionado barco. Y ahora, esta temporada que a bien tuvo comenzar el domingo pasado, se ambienta en 1924. Eso sí, doce años que no se notan ni miajita en los esbeltos y guapérrimos protas del asunto, que siguen tan glamurosos, tan élite como siempre. Incluida lady Violet, la abuela, que yo diría, yo diría, tiene genes de Time Lord, porque normal, lo suyo, no es. 

Ya, ya...


Pero dejando a un lado este detalle sin importancia del tiempo, lo mejor de Downton es que ya cruzó la frontera entre una serie mona y elegante y un culebrón de manual, con sus amores locos y sus resoluciones facilonas que satisfacen ipso facto los impulsos del espectador. 
Bueno, eso, y la furia desatada que los guionistas mantienen en contra de un personaje, el de Lady Edith. Lady Edith, ya sabéis, la pobre, la fea, la que tiene mala suerte, siempre en comparación con la estilosa, marmórea y suertuda de Lady Mary, que siendo como es más desagradable que un bocadillo de pelos, tenía y tiene a media población masculina del UK -en edad de de merecer y escoceses incluidos- a sus pies. La heredera, ya se sabe. Mientras, su hermana Edith, conformándose con los desechos de tienta, con los despojos que ni para dar sabor a un caldo valen. Que si un siervo de la gleba del terruño de papá, que si un vejestorio herido de guerra que encima la deja plantada en el altar, que si un hombre de negocios -se supone- que, tras llevársela a la era, se marchó -se supone- a Alemania -se supone- para desaparecer -se supone- no se sabe por qué. Se supone. 
Deshonrada, preñada y abandonada. Todo así de repente. En serio, guionistas, ¿qué os ha hecho Lady Edith?

Te deja ESO en el altar con ESA cara.... Amos, amos...


Para los no informados, el asuntillo de la preñez se resolvió la pasada temporada con un viajecito a Suiza visto y no visto y con la nena resultante del momento loco con el desaparecido dejada en manos de unos empleados de papá. Pero claro, Edith nos sigue sufriendo mucho. Angelico. Y mientras tanto, su hermana Doña Perfecta, que también tiene lo suyo pasado, pues como si nada. A lo de siempre, a elegir pretendiente. Pero en plan fino y bien, aunque ella fue la primera de las hermanas en descarriarse, que a ver si te crees que no nos acordamos, Mary, chata, pero lo del turco aquel, ¿qué? Ahora con las dudas porque te viene el Tony a decirte que, como te ve indecisa, que le dejes demostrarte lo que te quiere y eso (o sea, que a ver si os enrolláis de una vez y se te pasa la gilipollez) y tú haciéndote ahí un poquillo la escandalizada, oh, ah, uh. Y todos los espectadores a una gritando: ¿Y DEL TURCO NO TE ACUERDAS, NOOO?

Lo sé, somos taaaan middle-class para ti....


En fin, yo ya he decidido que quiero ser Lady Cora, que es la madre de las muchachas estas y que va por la vida con un colocón que no es normal. En ese té le echan algo porque no se puede ser siempre tan zen y tan ideal. Oh, Robert, my dear...

Si es que es la más feliz de todos...