Dracarys Hiroshima, sobre GOT 8x05

Publicado el 16 mayo 2019 por Mariocrespo @1MarioCrespo

ALERTA SPOILER

En 1945, tras la rendición nazi, quedaba aún por cerrar el conflicto en el Frente Oriental. Fue entonces cuando los Estados Unidos consideraron que el lanzamiento de la bomba atómica, algo que jamás se había probado, zanjaría definitivamente la guerra con Japón. El 6 de agosto de 1945, por orden del presidente Truman, el bombardero Enola Gay sobrevoló la ciudad de Hiroshima y dejó caer el ingenio nuclear conocido como Little Boy; la bomba atómica. Los efectos fueron terroríficos: más de 80.000 personas murieron en el acto, abrasadas. El desarrollo de una ventaja bélica se había convertido en el subdesarrollo de la humanidad. El caso del ejército comandado por Daenerys Targaryen, hija del Rey Loco, destronada de su legítimo trono y exiliada en tierras lejanas, es muy similar. Una guerra. Un enrocamiento por parte de los asediados. La necesidad de terminar con el conflicto. La prisa por derrocar a un tirano. Un ataque aéreo. Un dragón que escupe fuego. El arma definitiva en un entorno medieval. La decisión de acabar con todo. Un todo que incluye las vidas de millones de inocentes, que perecerán quemados. La paradoja de que la muerte y la destrucción servirán para alumbrar a una nueva generación que sea libre. Un lección que la humanidad nunca olvidará; la mentalidad de los Estados Unidos. Eso de nosotros “traemos las libertades” (a costa de lo que sea). Y entonces, ¡boom!: “Dracarys”. Acabar con una ciudad entera. Hacer que se evapore, que no quede ni rastro de vida en ella. Es cierto, es una solución, pero una solución mucho más dramática que el problema que se pretende solucionar. Es la solución que se le ocurriría a un psicópata. A alguien que, como Daenerys, cree que la misericordia es una debilidad. Juego de Tronos ha sido, a lo largo de sus ocho temporadas, una ficción que ha profundizado en el interior de sus personajes, con matices, con giros, rompiendo estereotipos; la bondad, la miseria espiritual, la forma de reaccionar de sus personajes en situaciones límite. Y, sin embargo, no ha sido hasta el final cuando hemos descubierto cómo es cada cual en realidad. Es posible que al final reine el más sensato y bondadoso, pero también el más calzonazos, aquel que permitió que su amada destruyese todo tipo de vida en Desembarco del Rey. Los guionistas han demostrado un gran conocimiento de la historia y de la condición humana y han construido una gran crítica de la guerra y sus consecuencias. En otras palabras: al final de la serie, han sido capaces de establecer una analogía muy clara entre el episodio de Hiroshima y el de Desembarco del Rey. La locura del emperador japonés, la furia de Occidente. Dracarys como lema para liberar todo el odio y el rencor hacia nuestros enemigos. Un brillante colofón para una serie que no solo no decepciona, sino que ha ido creciendo hasta convertirse en la referencia audiovisual de la era reciente. Al final, poco importa lo que la historia pueda enseñarnos, pues, como afirma Pepe Mujica, el bicho humano es el único que tropieza veinte veces con lamisma piedra. Parece que, lejos de pertenecer a los libros de historia, la Segunda Guerra Mundial pervive hoy en día gracias al auge de los nacionalismos, los populismos y el resurgimiento de la extrema derecha; el fascismo y los preceptos supremacistas, xenófobos y racistas. Que nadie piense que el mundo del Tratado de Roma durará para siempre. Si un psicópata se hace con el poder, la historia podría retornar a ese punto de muerte, caos y destrucción. Es la condición humana.