Hawkins y Drake. Drake y Hawkins. Ellos son un buen ejemplo de lo que ocurría cuando la maquinaria del Imperio Español se ponía en marcha. Sin duda esa maquinaria tenía sus "fugas" y algunos remiendos y apaños dignos de nuestra mejor manera de ser (en "fino" se le llama "arte de improvisar"), pero, en general, funcionaba realmente bien. Envidiablemente bien.
Sus comunicaciones por mar con la Metrópoli y con otros Continentes, mejoradas en cada viaje; sus rutas comerciales interiores, en permanente ampliación por todo el Nuevo Mundo; sus ciudades, que no paraban de crecer atrayendo a nuevos pobladores con su pujanza; sus puertos, punto de llegada y de partida de todo tipo de mercancías; sus fortalezas, que daban seguridad a todo el entramado. Orquestar todo eso y que funcionara de una manera razonablemente correcta, ayudando a prosperar a la gente, no era fácil. (El que lo ponga en duda, debería preguntarse que tal es gestionar su comunidad de vecinos...)
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Pero volvamos a Drake y Hawkins. Partamos de la base de que ambos, sobre todo Drake, sabían lo que se hacían. Él había sido el segundo en capitanear la circunnavegación del globo (ahí es nada ...), conocía los mares de Centro-América como la palma de su mano y ya nos había "castigado" por aquellas zonas hacía unos años (1585-1586), incluso se había significado positivamente contra la Gran Armada en 1588 (Vamos que le teníamos ganas...). Cierto es que había un manchurrón en su hoja de servicios por el fiascazo de la Contra-Armada inglesa (1589) que le había costado (casi) la bancarrota a la Reina Isabel. Pero eso lo pasamos por alto...
Así que cuando Drake y Hawkins (en la imagen) convencieron a su graciosa Majestad, Isabel de Inglaterra, de atacar la América Española, sabían qué buscaban. Cierto es que a Isabel no le costaría mucho convencerse porque España e Inglaterra estaban en Guerra desde 1585 (la Guerra de las Armadas). Una guerra con escenarios en Europa, en los mares y que Inglaterra quería llevar también al nuevo Continente. A ver si de paso pescaba en río revuelto, habida cuenta que con sus colonias del Norte no sacaba ni para papel de fumar...
Una veintena de embarcaciones entre ellas seis galeones, de lo mejorcito de Inglaterra, con 1500 marinos expertos, 3000 soldados de "tierra" y, al frente, dos hombres temibles y respetados: Hawkins y Drake.
Tal vez penséis que no era mucho pero de veras que la cosa iba en serio. Era la mayor flota enviada, hasta el momento, contra la América Española (otra fue, mucho después, la de un tal Vernon. Que ellos tampoco aprenden, no penseis ...).
Para poner en contexto, recordemos que la Contra-Armada Inglesa (y otros serios encontronazos varios contra España en esa guerra) había diezmado tanto el número de barcos ingleses "capaces" de un ataque de esta envergadura, como las arcas de su graciosa majestad (que estaban más tiesas que la mojama). La apuesta era arriesgada...(se deshacía de dos de sus mejores marinos y de buenos galeones, de los que andaba escasa, para defender Inglaterra...)
La apuesta era arriesgada, decíamos, y no empezaba bien. Algún problema surgió (queremos pensar que no fue fruto de la mala organización, lo que llamaríamos en argot "técnico" una chapuza) porque no habían llegado ni a la altura de las Canarias y ya tenían problemas de avituallamiento: Sin agua potable no podrían alcanzar el nuevo Continente.
Estaba claro que le tenían más miedo a su reina que a los españoles, así que decidieron abordar Gran Canaria para abastecerse. Total ... ¿qué les podría costar doblegar una pequeña población con semejante repertorio de barcos y hombres?.
Alonso de Alvarado (deberíamos recordar este nombre...), gobernador de Gran Canaria, detecta su presencia (que tampoco sería muy difícil) y prepara la isla para su defensa (eso ya tenía más miga, porque no todos los días recibe uno tan "amistosa" visita...).
Los Ingleses lo intentan... pero aun con lo puesto, los guanches les dan suficientes palos como para no insistir mucho más en Gran Canaria. Además, en la trifulca, son apresados un par de soldados de cierto rango que le revelan a los españoles 'grosso modo' los planes ingleses. Los anglos realizan una inteligente maniobra de "avance en retroceso", subiéndose a los barcos y consiguiendo lo básico para partir a América un par de islas más allá.
Claro que para entonces 'La Máquina Hispánica' se había puesto en marcha ... y ya no se detendría hasta tocar hueso.
Ahí entra Téllez de Guzmán (también para recordar...), al mando de flotilla de los nuevos barcos que revolucionaron la navegación: Las fragatas. Excelentes barcos, maniobrables, rápidos y artillados. Españoles. Temibles.
Téllez de Gúzman (avisado por las autoridades gracias a la información de Alvarado) prepara su flotilla en un tiempo récord y parte de España llegando (atención) a la vez que Hawkins y Drake a América (de autentico 'crack') a la altura de la Isla Guadalupe. Ahorrándose las presentaciones enviste por detrás a los ingleses (que todavía se están preguntando de dónde había salido ese 'Miura'...).
Del encontronazo, los españoles capturan uno de los galeones y de la tripulación consiguen conocer con cierto detalle las futuras intenciones inglesas: San Juan (en Puerto Rico) es su objetivo. La flotilla de Téllez se va directa a informar y a reforzar la ciudad.
El motivo de ir a San Juan es que el galéon Nuestra Señora de Begoña (perteneciente a la flota de Tierra Firme) estaba siendo reparado porque había sufrido daños en un fuerte temporal y obligado a separarse de la flota tuvo que buscar resguardo (...ni idea de donde saca Drake esa info...). Un galeón con más de 3 millones de 'Reales de a ocho' en sus bodegas (moneda española de plata y primera moneda de curso universal por su aceptación en todos los continentes. Sí, también los chinos ...)
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No cejan en su empeño los ingleses, aún sabiendo alertado y reforzado el puerto. Tenían ventaja numérica aunque hubieran perdido el factor sorpresa... (y dudamos mucho, dicho sea de paso, que el buen Drake se planteara si esa plata era el "quinto del rey de España" o bien pertenecía a miles de esforzados comerciantes europeos una vez vendidas sus mercancias en los mercados de América...)
Sea como fuere, lentamente, como león que acecha a la temerosa pero atenta gacela, recorren la distancia que les separa de su objetivo. Esperando, mientras tanto, la llegada de la luna nueva para atacar al amparo de la noche cerrada. La victoria será, si cabe, más espectacular.
Se acerca el momento clave. Arriman los barcos los ingleses (como quien dice a tiro de piedra) bajo la protección de la oscuridad. Silencio absoluto. En la bahía, las fragatas españolas en posición defensiva, en las fortalezas, actividad frenética. Están acojonados, casi se les oye decir a los ingleses mientras plasman la estrategia para hacerse con el puerto: Incendiar las fragatas para inutilizarlas y desembarco posterior, con todo. Victoria segura. Clinck, clinck, clinck ... (o como carajo suene el choque de copas al brindar por su graciosa majestad).
Espectacular Castillo de San Felipe del Morro, Puerto Rico
Y ahora a cenar bien, con doble ración de tocino y ron para la tropa (que en tres o cuatro horas han de luchar como jabatos), mientras en el camarote de cada uno de los capitanes de navio, todos los oficiales del buque, dan cuenta de una glamurosa cena, preludio de una gran victoria (casi) segura.
Hete aquí que un pequeño imprevisto, pudiera torcerlo todo ... A Hawkins, al gran Hawkins, se le atrangantó un huesecillo en forma, tamaño y contundencia de bala de cañón que le amargó el resto de la noche. A él y a quince más. Así lo dejó escrito un tal Lope de Vega:
Cenando estaba un Anglo caballero
que de Teniente al General servía,
vió la luz desde el puerto un artillero,
y a la mesa inclinó la puntería:
la vela, el blanco, el Norte y el lucero
de aquella noche a su postrero dia
la bala ardiente acierta de tal suerte,
que quince y él cenaron con la muerte.
La mesa, los manjares, los criados,
el dueño y todo junto fue al infierno...(*)
Así que, a las primeras de cambio por un quítame allá esa bala, Hawkins se caía de la lista de convocados. (vaaaya por dios...)
Eso sí, debemos conceder a los ingleses que el duro golpe no les hizo abandonar su empeño (3 millones, son 3 millones...). Más bien al contrario lucharían con más rabia y pundonor para vengar así la muerte de Hawkins al conseguir la victoria. Al fin y al cabo seguían teniendo (casi) intactas sus fuerzas y Francis Drake, el alma de la expedición, estaba convencido de que la presa estaba lista para ser cazada ... Al menos es lo que dicen que él decía.
Continuará ...
(*) en realidad la historia es todavía más espectacular. Los barcos ingleses no estaban a tiro de las fortalezas pero fondearon al alcance desde un montículo cercano al Fuerte de San Felipe del Morro. Los españoles movieron, amparados en la misma oscuridad que pensaban utilizar los ingleses, un cañón (que se dice pronto) de largo alcance hasta ese saliente. No nos resulta dificil escuchar las risotadas contenidas de los españoles mientras empujando sudorosos el pesado cañón, se imaginaban la sorpresa que se iban a llevar los ingleses...
El fragmento es de la Dragontea, donde Lope de Vega cuenta, en certeros versos, lo acontecido en aquel episodio de historia compartida entre ingleses y españoles.