Vivo en un pueblo donde parece que es “normal” que los jóvenes fumen porros a cualquier hora del día. Cuando digo jóvenes quiero decir casi niños.Yo tengo 40 años. Cuando tenía unos diez o doce, recuerdo ir a casa de mis abuelos, que vivían en el Raval de Barcelona, todos los fines de semana y, de golpe, de un día para otro, empezar a ver niños con la bolsa y el pegamento. Eso me impresionaba mucho, porque no lo entendía, y mi padre me lo explicó. Pero fue el día que entre dos coches, encima de un colchón muy sucio, vi a un niño de mi edad, sin un zapato, totalmente drogado por la heroína, cuando de verdad me derrumbé. Llegué a cas a de mis abuelos, llorando y, de la impresión, vomité. No entendía por mucho que me explicaran. ¿No tenía padres? ¿Ni abuelos? ¿Nadie podía cuidar de ese niño?De más mayor, ya en el instituto, el tema de las drogas se hablaba, pero no se veía. Era la época de las tribus urbanas, y se sabía que los “hippies” fumaban porros, los “pijos” esnifaban cocaína, los marginados se pinchaban heroína y los “rapados” pastillas. Si uno quería conseguir droga sabía que se tenía que meter en un grupo de estos y se conseguía. A mí nunca me han ofrecido droga en ningún lado. Ni siquiera el famoso inválido que aguardaba fuera del colegio. Nunca supe si era una leyenda urbana. Yo tampoco la busqué. Sólo una vez una compañera de trabajo de una tienda que fumaba marihuana me regaló un porro porque con unos amigos nos íbamos a la playa de fin de semana, para que nos lo fumáramos. Un porro entre 9 personas; ni nos entró la risa, ni nos colocamos… ni nos gustó el sabor.Ya más de mayor la cosa se puso más real. Una excompañera de EGB me explicó que fue a casa de la chica que en octavo de EGB era la mejor en gimnasia… y se le cayó una jeringuilla del brazo. Mi hermana se encontró un día en el Passeig de Gràcia un amigo común que mi último recuerdo es habérnoslo pasado súper bien en las colonias; tenía el SIDA, por haber caído en la droga. Una verbena de San Juan vinieron los familiares y amigos de mi mejor amigo para darme una noticia: había muerto de una sobredosis.Así otros ejemplos de gente que conocía. En mi barrio, Gracia, esto no se veía en la calle. Hablando con gente de mi edad que vivía en otros barrios y poblaciones que en su época fueron muy marginales, me han comentado que muchos no han llegado a los 40; se han quedado por el camino.Detrás de cada una de estas historias hay una familia y unos amigos que sufren.Creo, en mi opinión, que el tema de la droga actualmente no es tabú ni es discriminatoria. No implica marginalidad. Fumarse porros… mejor que el tabaco. Eso es lo que dicen. Están en la onda, forman parte de un grupo, se identifican con el grupo… a ellos no les pasará nada. Es una droga natural, no puede hacer daño… Las pastillas… sólo para el fin de semana, yo controlo… una rayita de vez en cuando… yo controlo…A esto le añadimos el abuso de alcohol. No hace mucho hablaba con un chico que debe tener unos 22 años, muy trabajador, buen chico. Le pregunté, al verlo ir a comprar a las 5 de la tarde (en una de estas tiendas sospechosas) una botella no sé muy bien de qué, por qué se divertía así. Me dijo que no tenía dinero para ir de terrazas, que trabaja todo el día, que se tiene que retirar pronto porque madruga, que no hacían daño a nadie… perdona, a ti te haces daño, para empezar. Además, tienen la costumbre de coger el coche, lo que los convierte en potenciales homicidas.El problema es que cuesta mucho hacerles entender los riesgos de las drogas y el alcohol, las consecuencias que tiene y que las notarán de aquí a unos años, cuando sea demasiado tarde. Creo que hay un trabajo muy importante a hacer en la educación, desde casa y desde la escuela.Para todo esto, invito a la gente a mirar las estadísticas sobre abuso de alcohol y drogas en menores y jóvenes. Son espeluznantes.