Ducha de los alemanes

Por Javieragra

Los montañeros sabemos que por muchas veces que caminemos los mismos senderos hacia las cumbres, resultan con alguna novedad en cada intento. La Ducha de los Alemanes es un lugar cercano al aparcamiento de Majavilán en las dehesas de Cercedilla y, no obstante, sería suficientemente espacioso como para llenar de palabras y sentimientos una novela entera de aventuras, pájaros, silencios, crujidos de ramas bajo las pisadas lentas.

Esta primavera la nieve llegó tardiega a nuestras cimas. Después de un invierno casi anodino, el mes de abril nos regó las cumbres de blanco y luminosidad. Las laderas rezuman agua y futuro entre los pintados pinares y las retamas cargadas de nieve acumulada. La montaña es siempre locuaz y literaria, conversa con el silencio del montañero y siembra un diccionario de sosiego en su corazón.


Por el sendero, la nieve entre los pinos, suena con la música de trompas y oboes…

Hasta la pradera de los Coralillos subimos esta vez por la calzada romana con la música de trompas y oboes en que se había metamorfoseado el arroyo de la Barranca. A esta hora de la mañana, aún no han llegado la multitud de paseantes que se quedarán a corretear por la amplia pradera de los Coralillos; a esta hora de la mañana, las aves cuentan sus aventuras a los viajeros mientras nos adentramos unos cuantos metros por la carretera de la república hasta encontrar el letrero que nos desviará hacia la Ducha de los Alemanes.

La Ducha de los Alemanes está más arriba de la pradera de los Corralitos. Semeja un reducido rebosadero de agua y violines.

La nieve, en esta zona de umbrías se ha mudado a hielo y los montañeros no llevamos crampones, de modo que la precaución en este tramo es símbolo de la vida misma; acaso nos quedan las manos arrecidas por la friura, acaso tropezamos y damos con el culo en tierra, acaso hincamos una rodilla, pero sabemos que tenemos al lado un compañero que nos sostiene y nos levanta, que tenemos apoyos y energías con las que acaso no contábamos y que nos empujan hacia el recto caminar y el avance lento y ascendente.


Buscando sendero, como siempre en la vida, nos sorprende la naturaleza en su amplia quietud, en su silencio meditativo…

Salimos de la Ducha de los Alemanes cruzando un puente de madera, buscamos y encontramos una senda entre tapada por la nieve y anegada en agua por la que ascendemos con liviana seguridad entre el pinar, hasta llegar de nuevo a la Carretera de la República por el puente de hierro de la Navazuela. La marcha era áspera e incierta al principio, pero el corazón se emocionaba con el sonido libre del agua en el arroyo, del viento nómada en el pinar, de las piadosas y aventureras aves que fortalecían nuestro esfuerzo; más arriba, la nieve se compactó sobre el encontrado sendero y más adelante por la Carretera.

Desde la Fuente Antón Ruiz de Velasco seguimos la Carretera de la República pasando por el Mirador de la Reina hasta llegar al Puerto de la Fuenfría. Estábamos solos el grupo de montañeros y la nieve, la brisa era suave a esta avanzada hora de la mañana, algún hilo de sol hacía juegos de luz en los carámbanos de las rocas, el valle al fondo bailaba una mazurca de luz y nieve en agua derretida.


En el Mirador de la Reina caminamos entre luz y carámbanos, entre cantos de aves y ramilletes de sol.

Comenzamos el descenso por la vieja calzada romana, la nieve hasta las pantorrillas, el sol apretándose en nuestros costados para darnos fortaleza y vida; entramos en el Camino Viejo de Segovia y regresamos por su conocidísimo recorrido hasta el aparcamiento de Majavilán donde el coche lanzó destellos de luz y felicidad a nuestra llegada.

Javier Agra.