Se acerca el Día de la Madre y con él llega un revuelo de emociones.
Hace tan solo unos años, dicha celebración no suponía ninguna diferencia en mi vida, salvo el tener que encargar el centro de flores que siempre le regalaba a mi madre. No había mejor regalo para ella que abrir la puerta y encontrarse con un ramo de flores. Las amaba.Pero para mi aquel día no era especial, porque no necesitaba esforzarme en hacerle saber que la quería. Eso lo hacía en el día a día, mi madre era el centro de nuestro hogar, lo era todo.Cuando ella faltó, el Día de la Madre comenzó a ser un día de sentimientos encontrados, de una sensación de tristeza y donde afloraba una de las dudas que más me asaltaban después de su fallecimiento. ¿Le habré dicho suficientes veces que la quiero? ¿Se lo habré demostrado?Creo que a todas aquellas personas a las que nos falta un ser querido, antes o después, nos pasan por la mente esas mismas preguntas. Sabemos que se lo hemos demostrado y que se lo decíamos hasta la saciedad, pero aún así, sentimos que siempre se lo podríamos haber dicho y demostrado en más ocasiones.Es una sensación rara, no llega a ser de culpabilidad, porque tú sabes que has hecho lo que debías, que has estado cuando te necesitaban, y cuando no, también. Sabes que le has demostrado con palabras y hechos que esa persona era importante para ti, pero aún así, te preguntas si fue suficiente. Si alguna vez sintió que le fallabas.Subscribe to Lluvia al pasear