Los resultados de las elecciones a la presidencia del Athletic Club de Bilbao han deparado un claro damnificado colateral: Joaquín Caparrós. El técnico de Utrera era la apuesta continuista de Fernando García Macua, quien finalmente no obtuvo la reelección. Caparrós ha estado al frente del equipo en las cuatro últimas temporadas, consiguiendo el hito de jugarle una final de Copa al mejor equipo el mundo: el Barcelona. Aquel partido, disputado en Valencia, acabó con un contundente triunfo culé por 4 a 1. Sin embargo, el trabajo de este entrenador quedará como un referente del conjunto vasco y habrá que ser justo con él. Supo sacar provecho a jugadores con enorme proyección, como Fernando Llorente o Javi Martínez, y colaborar en el alumbramiento de otras estrellas en ciernes, caso de Iker Muniain.
En la temporada 1995-96, un técnico de origen serbio, Dragoslav Stepanovic, ocupó el banquillo del Athletic. Venía de Alemania, de entrenar a dos equipos con vitola: el Eintracht de Frankfurt y el Bayer Leverkusen. Sin embargo, la suya fue una campaña nefasta. En marzo fue cesado y sólo en la última jornada del campeonato, entrenado por José Mari Amorrortu y de forma agónica, el equipo se salvó de la hecatombe derrotando en San Mamés al temible Rayo Vallecano con un hat trick del Cuco Ziganda. El capitán de aquel conjunto era el flamante presidente del Athletic, Josu Urrutia. Al bigotudo técnico lo sustituiría la siguiente temporada Luis Fernández, un entrenador que como pocos exprimió el jugo a la filosofía de un equipo y una afición, llevando al Athletic, primero a la UEFA y, al año siguiente, el de su centenario, a obtener el subcampeonato de Liga.
El caso de Stepanovic, un tipo que se ventilaba varios cigarros puros durante los partidos, se ha querido situar en paralelo y por momentos con el de Marcelo Bielsa, el que todo parece indicar que será el próximo técnico del club bilbaíno. Este preparador argentino tiene un amplio currículum, esa es la verdad. En la década de los 90 obtuvo tres campeonatos argentinos, dos con Newell’s Old Boys –del que fue jugador– y uno con Vélez Sarsfield. En 1998 estuvo en nuestro país, entrenando al Espanyol, siendo la suya una estancia efímera y con poco éxito. Ha sido seleccionador de Argentina y del vecino Chile. Con la albiceleste obtuvo la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, el único título que se le resistía al combinado. Previamente, lo habían elegido mejor seleccionador mundial en 2001.
Con todo ese bagaje, lo que está por ver es si un técnico de sus características encaja en el engranaje de un club histórico y más que centenario, con una afición entendida y exigente que espera reverdecer los éxitos cosechados hace ya un cuarto de siglo. Y ahí surgen las dudas. El Athletic apela a la cantera constantemente. Y ya no sólo a Lezama, de donde se ha nutrido a veces de forma y manera providencial. El conjunto vizcaíno ha pescado en caladeros cercanos, como Guipúzcoa, Navarra, Álava y La Rioja, e incluso en el País Vasco francés, lo que en ocasiones le ha generado no pocas polémicas. Por tanto, su mercado es reducido ya que, por el momento, la llegada de extranjeros al club sigue siendo coto cerrado. Con esos mimbres, ¿podrá el Loco Bielsa componer la cesta que todos ansían? Como digo, está por ver, y se me antoja que no será tarea sencilla. Su primera prueba de fuego será el estadio Bernabéu, en el primer partido de la Liga venidera, ante un coloso merengue que no atraviesa sus mejores momentos.
Sin embargo, un pivote para la esperanza de que la nave rojiblanca vaya a buen puerto y no naufrague como la estela de River Plate en Argentina, cayendo al pozo de la Segunda División, es la presencia de Amorrortu en el cuadro técnico. Él ha sabido como pocos manejar los hilos en Lezama y San Mamés cuando se le ha necesitado, y no me cabe la menor duda de que ahora también lo hará. Es como el regreso de un hijo pródigo. Y barrunto que su concurso será fundamental, una vez más, para que el Athletic no se convierta en un equipo vulgar, que deje de enamorarnos a cuantos le seguimos de forma impenitente.