(Dirigido por Akira Kurosawa – Japón 1949)
"Mifune poseía una clase de talento que no había encontrado anteriormente en el mundo del cine japonés. Consistía, sobre todo, de la velocidad con la que se expresaba así mismo; era sorprendente. El actor japonés promedio hubiera necesitado diez pies de película para lograr mostrar una impresión, un sentimiento; Mifune solo necesitaba tres. La rapidez de sus movimientos era tal que en una sola acción expresaba lo que le tomaba a los actores ordinarios tres movimientos para expresar. El proyectaba todo hacia delante de una forma directa y con gran determinación, poseía el más agudo sentido del timing que haya visto jamás en un actor japonés. Y, además de su rapidez, poseía una sorprendentemente fina sensibilidad".
Kurosawa hablando sobre Toshiro Mifune
Es el año 1944, el mundo se encuentra en plena segunda
guerra mundial y Kyoji Fujisaki (Toshiro Mifune) es el único doctor en un pueblo japonés. Los soldados heridos llegan y llegan, parece que no fuera a acabar nunca la entrada de tanto dolor. En esas circunstancias llega el oficial Nakata (Kenjiro Uemura) con un corte sangrante en el abdomen, Kyoji empieza a realizar la operación. No solamente fastidia la lluvia, también el calor hace lo mismo, el sudor inunda su rostro. Tras varios minutos de intervención, Kyoji quiere más comodidad y le dice al enfermero que le quite los guantes. Con las manos al descubierto sigue operando más rápidamente, sin embargo en un descuido se corta con uno de los tantos bisturís afilados que tiene en la mesa de instrumentos quirúrgicos. El enfermero le echa yodo y Kyoji sigue operando en contacto directo con la hemorragia del paciente.
Pasan unos días y Kyoji se entera que Nakata tenía la enfermedad de la Sífilis. Kyoji se mira el dedo, piensa, llama al enfermero para que le hagan unos análisis de sangre. Todo indica que él puede estar infectado. Pasan dos semanas y los exámenes confirman que está infectado. Kyoji era un buen tipo, había guardado su virginidad para la mujer que amaba, y ahora ¿qué iba hacer?. La tristeza lo invade, el cigarrillo lo consuela mientras mira una foto de antes de la guerra con su novia corriendo en la arena de una playa.
Han pasado dos años, es 1946, la guerra ha terminado. La Clínica de los Fujisaki, atendida por papá Kyonosuke (Takashi Shimura) e hijo Kyoji, es un oasis en el mundo ya que ellos son gente de plata atendiendo a los más desafortunados con abnegación. Inclusive el más entusiasmado con sus semejantes es Kyoji. En aquella clínica se encuentra haciendo sus prácticas pre-profesionales una señorita de nombre Minegishi (Noriko Sengoku). Ella se caracteriza por ser chismosa, negativa, depresiva y tiene frases que espantan a la gente: “Los pobres lo tendrían todo más fácil si se murieran de una vez”, “Los hombres son unos egoístas”, “Todos los hombres son unos canallas”. Minegishi es la primera en correr la voz a todo el mundo que el Dr. Kyoji no quiere casarse con la señorita Misao (Miki Sanjo) que lo ama tanto.
Misao le había esperado 6 años por un matrimonio que ya no se va realizar. Kyoji no le da explicaciones, ella quiere saber porque ya no la ama, porque no es sincero y se lo dice. Ni su padre de Kyoji sabe lo que le pasa a su hijo, él no era así, él amaba a Misao. Sin embargo un día se entera, por boca de Minegishi que su hijo se está inyectando salvarsán (remedio para la sífilis). De inmediato va donde Kyoji y le requinta, lo repudia pensando que se había vuelto un pendejillo en la guerra. Kyoji mantiene la calma y le cuenta a su padre la verdad. El Dr. Kyonosuke le pide perdón por haber desconfiado: “Un padre también debe disculparse con su hijo”. Le aconseja que le cuenta la verdad a Misao, que ese tipo de secretos pueden volverlo loco a uno. Kyoji le dice que no le va contar porque se piensa que puede haber una cura pero esta puede tardar toda una vida, y sabe que Misao lo ama tanto que es capaz de esperar todo ese tiempo por él. Kyoji sólo quiere que Misao sea feliz, mejor que se aleje, él es un hombre y como todo hombre tiene deseos por una mujer, sólo besarla le contagiaría la enfermedad por la saliva. Kyoji no llora, grita su impotencia. Sin embargo hay alguien que lo comprende, que conoce su enfermedad y que está dispuesta a todo por ese hombre “santo” que dedica su tiempo a los desamparados. ¿Quién es esa mujer? ¿Qué ocurrirá ahora?
Una obra maestra de las tantas que nos ha entregado Akira Kurosawa. Su cine apela a ser sincero y directo, nada de hacerlo complejo o apelar a lo difícil. Con imágenes en primeros planos, con actores sensacionales (nuevamente la dupla Mifune-Shimura) y un guión parejo arma una historia que le puede ocurrir a cualquier ser humano. Nadie en el mundo está libre de por un descuido adquirir una enfermedad terrible. Por eso “protegerse” ayuda mucho y más ahora que tanta juventud quiere “tener mayor comodidad” y según ellos la “protección está de más”. Una película que debe verse.