Dulces cantos de sirena

Publicado el 14 enero 2015 por María Pilar @pilarmore

Me encontré entonces, en medio de aquel océano amarrada a tu sombra para acallar mi rebeldía. Me ataste a ti con las cadenas de tu amor posesivo. Era lo que más querías y me esclavizabas, ponías el mundo a mis pies y solo me permitías esta jaula. Yo quería ser feliz, con derecho a equivocarme, pero ser feliz.El día que me creíste segura y me diste la espalda, fue mi día; bueno, mi gran noche. Alegre zarpaste a recorrer las profundidades del mundo oceánico que tanto te gustaba y yo a los brazos del marinero de ojos azules que me estaba esperando. Aprendí a vivir esquivando tu mano férrea y todas las noches, transformada en una mujer nueva, desaparecía para volver antes del amanecer.Hasta que una noche, el alba se vislumbraba en el horizonte. Con los zapatos de tacón en la mano, la blusa verde de seda desabrochada, las finas medias con agujeros y el recogido de mi peinado cayendo en guedejas, corría y corría pero las piernas me flaqueaban. Si la luz me iluminaba estaba perdida. Tiré los zapatos, me despojé de la ropa y… no lo logré. Caí derrotada en la arena. Mi pensamiento voló a las horas de pasión con el guapo marinero y medejé llevar por esa felicidad que había encontrado en sus brazos creyendo que era el final de mi vida.̶ Abuelo, mira, produce destellos de colores.̶ ¡Cáspita! Si es una… no, no puede ser. ¡Está viva! Trae agua con tu cubo para que no se roce con la arena. La llevaremos rodando hasta el océano.Cuando el agua la cubrió  la Sirena se sumergió con una rapidez vertiginosa desprendiendo una cegadora luz blanca. Encandilados quedaron abuelo y nieto al oír su dulce canto agradeciéndoles la vida.