Rodar una nueva versión de “Dune” resultaba un reto muy complejo, y no solamente por las dificultades que entraña una historia como la que cuenta Frank Herbert en su novela, sino porque la trama parecía perseguida por una especie de maldición en cuanto a su adaptación al cine. Hubo varios proyectos previos que terminaron por cancelarse y la película de David Lynch que sí llegó a las salas de proyección, cosechó un sonado fracaso. Por esa razón, al darse a conocer la noticia de la puesta en marcha de otro rodaje sobre el célebre libro, retornó la sensación de un nuevo infortunio asociado a su resultado final. Sin embargo, Denis Villeneuve ha logrado con su buen hacer erradicar cualquier mal augurio.
En mi opinión, el director canadiense se alza como uno de los mejores cineastas del panorama actual. Su labor en “Sicario” constituye un perfecto manual de aprendizaje sobre la narración cinematográfica y su trabajo en “La llegada” supone también otro ejemplo de su enorme capacidad para condensar en un mismo plano diversas emociones. Ya cuando se embarcó en el arriesgado (y casi sacrílego) objetivo de sacar adelante una segunda parte de “Blade Runner”, demostró que no le asustaban los desafíos elevados y que era capaz de no ensombrecer el buen nombre de la emblemática cinta dirigida por Ridley Scott en 1982. Fue, sin duda, un antecedente adecuado para afrontar años después un reto como el presente.
“Dune” se trata de un título especialmente destinado a los amantes de la ciencia ficción. Los aficionados a un cine más convencional, acostumbrados a las habituales reglas del drama y la comedia, tal vez se sientan sobrepasados por este torbellino visual cuyo extenso metraje (quizás excesivo) puede saturar a quienes no sientan especial predilección por la fantasía y la imaginación desbordada. Por el contrario, los defensores del género disfrutarán con su excelente puesta en escena, su notable intensidad narrativa durante casi toda la proyección y el cuidado y estudiado tratamiento de los personajes.
Varias familias se disputan el dominio sobre Arrakis, un lugar rico en sustancias muy valiosas y codiciadas en todo el Universo. El duque Leto y los suyos llegan a dicho planeta para recuperar la tradicional posición de sus antepasados allí, pero pronto se verán envueltos en una trama de traiciones y engaños que les llevarán a cuestionar su confianza entre sus más allegados y a enfrentarse con duros enemigos.
El film combina con destreza la aventura más clásica con un estilo visual rompedor. Los aspectos técnicos se abordan con esmero y, lo que es más importante, sirven para apuntalar la consistencia del largometraje. A ratos parece querer descolocar al público, ofreciéndole por un lado una pausada alegoría filosófica, más cercana a los tradicionales temas universales de la literatura y por otro, un remolino de tensión y acción. Personalmente yo hubiese acortado la duración pero, más allá del tiempo necesario para trasladar el relato a imágenes, Villeneuve sale indemne de misiones imposibles y agranda su leyenda como cineasta con mayúsculas.
Dentro del elenco de actores destacan varios nombres. Oscar Isaac posee una filmografía muy interesante. Sus interpretaciones en “El año más violento” o “A propósito de Llewyn Davis” contienen muchos quilates. Versado ya en la ciencia ficción tras sus apariciones en la tercera trilogía de “Star Wars” y en “X-Men”, aporta presencia y solidez a la gran pantalla. Stellan Skarsgård, probablemente el actor sueco más prolífico de la industria norteamericana gracias a sus actuaciones desde “El indomable Will Hunting” hasta “Piratas del Caribe”, ha participado en un elevado número de superproducciones. Por el contrario, el joven Timothée Chalamet apenas comienza su carrera. Sus interpretaciones en “Call Me by Your Name” y “Lady Bird” son dignas de atención, aunque todavía le queda un gran recorrido por delante. Les acompañan algunas estrellas mediáticas, como Zendaya y Jason Momoa, además de figuras de renombre como Josh Brolin, Charlotte Rampling y Javier Bardem.