
Doctorow es uno de los autores mayores de nuestro tiempo. Es también -dicen algunos- uno de los pocos escritores verdaderamente de izquierdas que nos quedan. Analiza, profundiza, crea personajes y levanta escenarios con la mano del artista y la mente crítica de quien no se contenta o no se conforma con lo que ve. En esta novela describe a la perfección el mundo de los gánsteres y la época de su apogeo, en los años 30 del pasado siglo, y lo hace con la mejor mirada, que es la de alguien que empieza en las bandas, que es apenas un chaval, un joven que se inicia, con lo que el lector se identifica desde la primera página con sus deslumbrantes descubrimientos, con su hechizada fascinación pero también con su sensación de ser siempre un extraño, de estar dentro y fuera a la vez. Y el lector lee y siente su miedo, lo nota y lo comparte.
La prosa de esta novela es excepcional, el ritmo de las largas frases unidas repetidamente por una y que nunca alarga en exceso, que nunca cansa, que nunca une sino lo que puede unirse es una herramienta que yo nunca he visto mejor usada hasta ahora en ninguna novela. Si en Muñoz Molina, por ejemplo, los períodos largos son voluntad de estilo y-como sucede con Javier Marías- en algunos trechos cansan, aburren, se vuelven excesivos, lastrantes, en Doctorow el uso de la conjunción dinamiza, vuelve los largos párrafos amenos, tanto que se beben a sorbos: leyendo la novela tiene uno la impresión de que no puede abandonarla, de que sería un desaire cerrar el libro, no seguir oyendo la narración de Billy Bathgate. Hay tantos aciertos en esa prosa, tantas profundizaciones en los caracteres de los personajes, en la descripción de un mundo que cada vez parece más lejano, tantas meditaciones útiles y novedosas que el lector siente agradecimiento y se cree la historia, jamás se siente abrumado por las palabras, incluso diría que olvida que está ante unas hojas impresas. Esto se lo debe Doctorow a su admiración y su buen entendimiento de novelas de Melville, de Twain. Sin ellas, no existirían "Billy Bathgate", seguramente resultaría imposible lograr su perfección.
Ocurren muchas cosas en esta novela. Lo más importante, desde luego, son los personajes y ese análisis que se hace de una sociedad podrida hasta la médula, en la que el dinero lo es todo, lo crea y lo destruye todo, pero Doctorow no cae en el solipsismo, no se regodea en los hallazgos, no abusa de su inteligencia analítica y todo lo deja en manos del hombre que recuerda la época que vivió cerca de un gánster poderoso y temible. Lleva a sus personajes fuera de la ciudad, nos regala escenas en el campo inolvidables, escenas de amor pocas veces contadas con tanta intensidad, escenas de sexo que arden con un fuego pocas veces tan bien expresado con palabras, escenas con muchos personajes y escenas de soledad absoluta, escenas en que todo se ve y escenas en que todo se intuye y ha de completarse en la mente del lector mediante los sobreentendidos, escenas que conmueven hondamente y escenas que encadenan sensibilidad y dureza como solo los mejores escritores son capaces de afrontar y escribir.
Dice Javier Tomeo que "Billy Bathgate" merece figurar entre las obras maestras de la literatura estadounidense del siglo XX. Añadiría yo que merece figurar para siempre en un rincón vivo de nuestra memoria.
(Edición de la lectura: Puzzle. Roca Editorial. Mayo 2006)
Texto recomendado: "La última oportunidad, Richard Ford", en el blog de Blanca Vázquez