Ébola, el virus del egoísmo (con nota explicativa)

Publicado el 12 agosto 2014 por Cronicasbarbaras

Nota importante:

Esta crónica fue escrita minutos antes del fallecimiento de Miguel Pajares. Se envió a los diarios que reproducen en papel las Crónicas Bárbaras, pero instantes después de esa muerte pedí anularla, puesto que el espacio de esos medios es limitado y sería mejor emplearlo en un tema diferente.

Internet, sin embargo, tiene un ancho y un largo infinitos. y las reflexiones de este texto son válidas, aunque hayan sido superadas por la actualidad informativa.

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La crónica "Ëbola, el virus del egoísmo":

El primer contagio que sufrió la opinión pública española tras la llegada a Madrid en un avión de Estado del sacerdote Miguel Pajares, infectado por ébola en Nigeria, fue el de otro virus, el del egoísmo.

Porque se planteó como tema central quién pagaría el traslado, la Sanidad pública o la Orden de San Juan de Dios, a la que pertenece el enfermo y que según Izquierda Unida posee un elevado patrimonio.

El Ministerio de Sanidad sugirió que lo haría la Orden, cuyo director aceptó pagar “los gastos y responsabilidades que tenga que asumir”, aunque Mariano Rajoy cortó el debate al anunciar que sería el Estado quien abonaría, qué menos, el caso de este héroe que entregó toda su vida a los enfermos.

Mientras Pajares recibía un antivirus experimental elaborado en EE.UU. para evitar la extensión de la plaga en África, y después por el resto del mundo, pocos se fijaban en un ángulo del caso: ¿cumplió con su deber al solicitar ser evacuado, dejando a las ovejas de su rebaño en el caos y el miedo a la muerte?

Salomón Cabeza Sagaz, que escribe con el alias de Miguel Higueras en el blog Entre Andorra y Gibraltar, advertía que el heroísmo es una anomalía, y que en el sacerdote no prevaleció el mandato de Jesús, sino el instinto de supervivencia, el virus, digamos, del egoísmo.

Según Salomón, el encargado de propagar la fe no aplicó el pasaje del Evangelio de San Lucas, 10-11-18 sobre el Buen Pastor que da su vida por las ovejas.

Como el capitán del Costa Concordia tenía la obligación moral de no abandonar a sus pasajeros cuando se hundía el barco, el cura debería haberse mantenido con sus ovejas atacadas por el lobo del ébola.