Este virus afecta las células llamadas “endoteliales” que recubren la superficie interior de los vasos sanguíneos y la coagulación. Cuando este virus afecta los vasos sanguíneos, las plaquetas no tienen la capacidad de coagular por lo que el infectado sucumbe ante un shock hemorrágico lo que produce una pérdida muy importante de sangre. El año 1976 fue el año de su aparición en dos brotes simultáneos, en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La aldea en la que se produjo el segundo de ellos está situada cerca del río Ébola, que le da nombre.
La fuente de transmisión al ser humano son los animales salvajes como el mono, pero se considera que los murciélagos de la fruta de la familia Pteropodidae son los huéspedes naturales del virus. Se propaga entre humanos a través de fluidos corporales, tejidos de las personas infectadas y a través de la sangre.
Los síntomas son:
Fiebre repentina muy alta, dolor muscular acompañado de agotamiento, dolor de cabeza y de garganta, vómitos, diarrea, función renal y hepática alteradas con hemorragias tanto internas como extensas y erupciones cutáneas. No se cuenta todavía con ningún tratamiento ni vacuna específicos, aunque se están poniendo a prueba varias vacunas experimentales.
La tasa de mortalidad es del 25 al 90 por ciento. El periodo de tiempo medio desde el inicio de los síntomas hasta la muerte está entre 2 y 21 días.