Ecce-Homo

Publicado el 10 octubre 2012 por Ipiera68 @Iciar_Piera

Supongo que a estas alturas la mayoría de vosotros ya conoceréis el célebre Ecce-Homo de la localidad zaragozana de Borja. Una pintura de un siglo de antigüedad y escaso valor artístico que se convirtió en toda una noticia cuando una vecina de la localidad, con más buenas intenciones que maña, lo arregló hasta transformarlo en una parodia del original.
Llevo varias semanas con esta entrada a medio escribir. Suele ocurrirme cuando de repente una idea se instala en mi cabeza. En este caso la idea surgió como consecuencia de la fotografía que aparece al inicio de esta entrada con la pintura antes de la transformación (medio), después de la transformación (derecha) y la original (izquierda).
Una idea rondaba mi cabeza, ¿transformación o restauración?, y la dejé que se fuese asentando. Al igual que un buen vino fui dejando que fuese cogiendo cuerpo.
¿Y si este aparente suceso fortuito encerrase una enseñanza?
No tenía muy claro a donde me llevaría pero decidí seguirle la pista empezando por buscar la definición en el diccionario:
- Transformar: Hacer cambiar de forma o aspecto. Cambiar una cosa por otra. - Restaurar: Volver a poner una cosa en el estado o circunstancia en que se encontraba antes. Es decir, volver al original.
Según la definición claramente la imagen de la derecha se correspondía con la transformación y la de la izquierda con la restauración.
Empezaba a comprender...
Para restaurar algo a su estado original hay que conocer el original. En el caso de la pintura conocer la época, las técnicas utilizadas, las particularidades de cada pintor. Sólo un experto puede llevar a cabo este trabajo.
¿Y si en nuestra vida fuese igual? ¿Y si en nuestra vida también necesitásemos de un experto, algo que nos ayudase a ver con nuevos ojos? 
Al mirar la imagen del centro nuestra mirada nos muestra algo deteriorado, algo que hay que mejorar o arreglar. Algo que hay que transformar en algo mejor. La mirada de un experto lo que ve es algo diferente. Al conocer el original sabe lo que tiene que hacer para devolver esa pintura a su estado previo.
Solemos equiparar la transformación con arreglar algo que está deteriorado o que creemos que tendría que mejorar. Así, si las cosas no van muy bien en nuestra vida nos ponemos manos a la obra para arreglarlo. Si tengo un problema de pareja, tengo que arreglarlo. Si no tengo dinero, hay que arreglarlo. Si mi hijo no estudia, hay que arreglarlo. Somos expertos en tratar de arreglar nuestra vida, poner una capa de pintura aquí, tapar un agujero allá. Y solemos equiparar el arreglar a añadir o sustituir algo. Hacer algo con la intención de sentir algo. Si me siento inseguro, hago algo para no sentirme así. Es decir, añado algo encima de mi inseguridad para esconderla y no verla. Lo mismo si siento algo que no quiero sentir o creo que no debería de sentir. Lo tapo, lo oculto o lo evado a través por ejemplo del pensamiento positivo. ¡Ya no está! Pero si que está. Sigue ahí pintado de otro color. 
Entonces nos iniciamos en el camino del cambio y la transformación. Y durante un tiempo parece que nos funciona...
Este camino parte de la premisa de que hay algo que mejorar o cambiar, algo a arreglar. Parte de un juicio o perspectiva basada en el miedo. Miedo a estar en esa situación que no me gusta y con los sentimientos que esto me provoca. Y es ese mismo miedo el que nos guía en nuestras acciones haciéndonos creer que cuando ese suceso cambie nos sentiremos felices. Pero toda acción tomada desde el miedo, desde la sensación de carencia, de inseguridad o cualquiera de las formas en que el miedo se manifiesta, sólo puede llevarnos a más miedo. Es como un árbol cuyas raíces están podridas. Por mucha atención que le pongas, por mucho abono, todo lo que crezca desde allí estará podrido.
De ahí que aunque en ocasiones el miedo sea un gran motivador, que lo es, al final el resultado es más miedo. Por ejemplo si yo parto de una situación de pobreza, eso me puede impulsar a trabajar duramente para convertirme en millonario pues creo que el dinero me ayudará a paliar el miedo que siento. Y puedo llegar a convertirme ciertamente en millonario, para darme cuenta de que mi miedo no solo no ha desaparecido sino que se ha duplicado o cambiado de forma. Ahora tengo miedo a perderlo y volver a la situación de partida. El miedo sigue ahí.
Entonces llega un momento en que te das cuenta de que por más que has intentado arreglar o mejorar tu vida no has sido capaz de conseguirlo. ¿Y si en el fondo no hubiese que arreglarla? Esa perspectiva nos da pavor porque nos enfrenta a nuestros mayores fantasmas. Nosotros no somos capaces de ver esa perfección. Pero, ¿y si hubiese un experto que nos ayudase a verlo de otra manera?
Solo un experto podría haber restaurado con éxito la imagen de Zaragoza, porque solo un experto conoce el original y las técnicas adecuadas para devolverlo a ese estado.
Nosotros no conocemos el original, no sabemos que o quienes somos ya que si lo supiésemos ya lo estaríamos experimentando. Por lo tanto nosotros podemos transformarnos pero no podemos devolvernos a nuestro estado original que es paz, amor y felicidad. Para ello necesitamos de un experto, la parte de nuestra mente que guarda el recuerdo de lo que somos. Esa parte es el Espíritu, la memoria del amor en nosotros, que solo precisa que estemos dispuestos a cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de las circunstancias de nuestra vida. Que estemos dispuestos a abandonar nuestras creencias y de corazón querer la paz como nuestra prioridad.
"Al cambiar mi modo de ver, cambia mi modo de ser"

Podría parecer una casualidad que la imagen sea un Ecce-Homo pero hace tiempo que no creo en las casualidades. En el "Curso de Milagros", que estoy estudiando, se denomina Cristo a esa Conciencia del Amor, nuestro auténtico Ser.
¿Coincidencia o un guiño del Espíritu?