Echando mano del ingenio

Por Aceituno

Casi todos los días me pasa lo mismo: me siento delante del ordenador sin una idea preconcebida sobre lo que voy a escribir, elijo la foto, la subo y, poco a poco, empiezo a darle al teclado casi sin pensar. Así es como suele suceder, pero hay otros días en que hay algo que no funciona y me quedo completamente en blanco sin saber por dónde empezar, ni de qué hablar, ni qué foto elegir, ni nada de nada. En esos casos recurro a las páginas con frases célebres a ver si alguna de ellas me da una idea, un hilo del que empezar a tirar. Este truco a veces funciona y logro arrancar el post y a veces no funciona y me quedo como estaba: en blanco, perdido, solo y nervioso. ¿Se me han acabado las cosas que decir?

Y tras una pregunta como esa la cosa ya es casi desesperante porque no me quedan recursos, no me quedan ideas y no me queda café. Llevo más de una hora frente al teclado y lo único que he sacado en claro ha sido que la pantalla está demasiado sucia y que es casi un milagro que el teclado siga funcionando con la de porquería que hay acumulada en el borde de cada tecla.

Pues así estoy hoy, a punto de apagarlo todo y coger un limpia cristales o algo así para limpiar el ordenador. Después pienso que no es para tanto, que el ordenador lo limpiamos una vez por semana y la pantalla a veces más por aquello de los detalles de las fotografías y pienso en los cables que a veces parecen más sucios de lo que están porque son blancos y rozan el suelo y en cosas de ese estilo, que no me sirven absolutamente para nada porque lo que necesito es ¡escribir un maldito post para el fotonauta!

Así que hago callar a mi mente (algo obviamente imposible) y empiezo de cero. Veo que el cursor no deja de parpadear en una actitud francamente irritante e infantil, como apremiándome a que escriba, mostrándome su impaciencia y su carácter. Lo odio. ¿Por qué no se está quieto? Ahora va a resultar que el fotonauta se convierte en un enemigo más que en un apoyo. Es desesperante. Cierro los ojos para dejar de ver la misma foto y el puto cursor parpadeando sobre la pantalla en blanco, pero si cierro los ojos me quedo dormido y en una de esas me voy a dar un golpe contra el ordenador y voy a hacer mierda el teclado con mi cabezota, así que los abro nuevamente para comprobar que todo sigue igual. ¿Y si me sirvo más café? No puede ser, ya llevo tres y me va a hacer mal. ¿Y si me como un chocolate? O apago todo y vuelvo después de desayunar, con la cabeza en otro sitio y las ideas más despiertas. No sé. La verdad es que no sé qué hacer pero todas estas divagaciones mentales empiezan a darme una idea, así que comienzo a escribir:

“Casi todos los días me pasa lo mismo: me siento delante del ordenador sin una idea preconcebida sobre lo que voy a escribir, elijo la foto, la subo y, poco a poco, empiezo a darle al teclado casi sin pensar. Así es como suele suceder, pero hay otros días en que hay algo que no funciona y me quedo completamente en blanco sin saber por dónde empezar, ni de qué hablar, ni qué foto elegir, ni nada de nada. En esos casos recurro a las páginas con frases célebres a ver si alguna de ellas me da una idea, un hilo del que empezar a tirar. Este truco a veces funciona y logro arrancar el post y a veces no funciona y me quedo como estaba: en blanco, perdido, solo y nervioso. ¿Se me han acabado las cosas que decir?”

Una vez más he encontrado la solución. Claro que en este caso me parece que estoy haciendo trampas, aunque bien mirado en el fondo estoy hablando de algo que le pasa a todo creador en algún momento de su vida, esa imposibilidad de crear, ese silencio que se instala entre su obra y él. Y el fotonauta no iba a ser menos. También padezco, de vez en cuando, de los mismos males que acechan a los creadores y tengo que escapar de ellos como pueda, preferiblemente echando mano del ingenio y de la buena voluntad, cualidades completamente necesarias siempre, pero mucho más cuando la mente se queda en blanco y no sabes por dónde empezar.