La fórmula del rock rumbero de estribillos pegadizos y letras personales cantadas con garra y con sentimiento acabó dando resultado y Lobo López, Echo de menos o Joselito se convirtieron en verdaderos himnos que se han ido transmitiendo de generación en generación sin dejar pesar sobre ellas el paso del tiempo. Si bien los de mi generación (finales de los 80) hemos asumido algunos de estos cánticos como nuestros, no sin falta de razón, mi padre y los de su quinta reclaman su verdadera pertenencia.
Para celebrar el vigésimo aniversario de su niña bonita el músico catalán de adopción sevillana, ha lanzado una reedición del disco que incluye, además, otro CD con maquetas, versiones y dúos y un DVD con actuaciones en directo. Y como no hay celebración que se precie que no se selle con un buen concierto, Kilo Veneno hizo lo propio ayer en una Riviera abarrotada de gente, entre admiradores acérrimos, incondicionales del directo, nostálgicos con ganas de remover recuerdos y alguna que otra primeriza curiosas y con ganas de m archa.
Una vez dentro, mi amiga y yo, un par de benjaminas entre la multitud, no tardamos en adaptarnos al medio, hermanándonos sin esfuerzo con los cientos de Lobos López que teníamos alrededor y dedicándonos con pasión los consejos de vida del mítico Echo de menos, que no se hizo esperar y nos hizo sudar la camiseta desde el principio.
A continuación vendría toda una retahíla de clásicos que removieron tripas y recuerdos y que se alargó en el tiempo llegando rozar las 2 horas y media de directo haciendo un único alto en el camino de diez minutos en los que el cantante recuperó el aliento antes de plantarse de nuevo en escena y rematar la faena con los temazos de Blues de Memphis y Volando Voy ...
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