En los buenos tiempos, los augures sabían que tenían que atinar el tiro. Muchos errores y la gente perdería la confianza en ti, dejaría de buscarte y te morirías de hambre. Y si tu cliente era el rey o asimilado, peor todavía: un error de más y perderías su confianza y la cabeza. Los augures del siglo XXI suelen haber estudiado economía o ciencias políticas y formulan sus augurios con gran aplomo, a sabiendas de que, si se equivocan, pasado mañana cualquier otro acontecimiento habrá borrado su error de nuestras efímeras memorias en esta época de sobreabundancia de información. Y si aciertan nos lo restregarán en las solapas de todos los libros que escriban a continuación, a ver si no caemos en la cuenta que por pura cuestión estadística alguno de estos augures tiene que acertar alguna vez.
El último de estos augures es Arvind Subramanian, que en 2011 escribió el libro “Eclipse. A la sombra del dominio económico chino”, en el que pronostica que para 2030 China habrá aventajado económicamente a EEUU. Como buen economista, Arvind proporciona un montón de cifras con las que hace progresiones, regresiones y digresiones, que muestran que no se puede equivocar. Si alguien le replicase que también hubo economistas en los ochenta llenos de cifras, progresiones, regresiones y digresiones que auguraron que Japón se comería económicamente a EEUU, la respuesta de Avind sería: “No es lo mismo”. En dimensiones China está más cerca de EEUU de lo que estaba Japón y demográficamente lo supera con creces. En realidad, Japón “nunca tuvo el tamaño necesario para rivalizar con Estados Unidos.” Además, la coyuntura ha cambiado. En los ochenta EEUU seguía siendo un actor comercial de primera magnitud, aunque ya apuntase entonces la era de los déficits comerciales norteamericanos, aún no habían alcanzado los volúmenes impresionantes que alcanzarían en el siglo XXI. En aquellos días EEUU estaba remontando la crisis económica que provocó la subida de los precios del petróleo en 1973, que fue un chiste comparado con la crisis que empezó en 2007 y a la que todavía no le vemos fin en Europa. Ahora bien, en la actualidad…
Arvind traza un cuadro bastante sombrío de la economía norteamericana y de sus perspectivas a largo plazo. Las razones de su inquietud son numerosas: la situación fiscal y de deuda, cuya corrección será difícil; la combinación de un estancamiento en los ingresos de la clase media, una desigualdad creciente y una movilidad menguante; el crecimiento a largo plazo. Arvind reconoce una serie de fortalezas de EEUU como su cultura empresarial, la estrecha relación entre universidad e industria, una política de inmigración abierta y una cultura de la innovación y el emprendimiento. No obstante, Arvind cree que hay una serie de inercias en marcha que ponen en cuestión una salida optimista para EEUU: se estima que para 2020 la deuda pública norteamericana podría estar próxima al 100% (en 1990 era del 42%); la tenencia extranjera de deuda pública norteamericana se acerca en la actualidad al 50%, cuando en 1990 era del 19% (a este respecto puede señalarse que una de las ventajas de Japón, cuya deuda pública más que dobla su PIB, es que la mayor parte de la misma está en manos japonesas); el declive de la clase media y las desigualdades sociales crecientes podrían llegar a enquistarse y hacer que el modelo norteamericano sea menos atractivo. Arvind ni tan siquiera cree que la ventaja tecnológica vaya a bastarle a EEUU para conservar su predominio. La difusión de nuevas tecnologías se produce a un ritmo tal que resulta imposible mantener la primacía tecnológica por mucho tiempo. Un país con recursos humanos suficientes para absorber nuevas tecnologías puede suplir su incapacidad temporal en producirlas y China es un país al que le sobran esos recursos humanos. A título de ejemplo, puede mencionarse que en 2006 en China se licenció el doble de estudiantes de ciencia e ingeniería que en EEUU; entre 2002 y 2008 el número de publicaciones científicas en EEUU aumentó un 20%, en China, el 175%.
Frente a este cuadro, si tomamos todas las cifras de crecimiento e incluso las alteramos para producir el escenario posible más favorable para EEUU y el peor para China, los resultados siempre indican que la convergencia es inevitable y que para el 2020 China habrá adelantado a EEUU económicamente. Menos mal que Arvind es prudente y, aprendiendo de quienes pronosticaron la victoria de Japón, recuerda en el epílogo las palabras de Keynes: “lo inevitable no ocurre nunca, lo que ocurre es siempre lo inesperado”.
¿Convencen las tesis de Arvind? Si nos atenemos a las cifras que presenta, sí. Son inatacables. Se tomen como se tomen, todas apuntan a que China adelantará a EEUU en los próximos diez años. Pero, como ocurre a menudo con los economistas muy preocupados con sus cifras, descuida los factores sociales, geopolíticos, medioambientales que podrían cambiar el resultado que indican las cifras. Yo, personalmente, me quedo con Keynes.