A pesar de las apariencias, el ecofascismo tiene todo el futuro por delante, y podría tratarse de un régimen totalitario tanto de izquierdas como de derechas, según dicte la necesidad. De hecho, los gobiernos se verán cada vez más obligados a tomar medidas para gestionar unos recursos y un espacio que con el paso del tiempo irán escaseando. Una contabilidad exhaustiva registrará, con todos los costes, los bienes —en su día gratuitos— utilizados por la industria y el turismo. El mar, el paisaje y el silencio se convertirán en mercancías que serán fabricadas y reguladas, y por las que se tendrá que pagar. Y la distribución de estos artículos de primera necesidad estará regulada según sea el caso por la ley de la oferta y la demanda o por el racionamiento que atenuará el inevitable mercado negro. La preservación de los niveles de oxígeno necesarios para la vida sólo se podrá garantizar a costa de sacrificar otro fluido vital: la libertad. Pero, como en tiempos de guerra, la defensa del bien común, de la tierra, hará que valga la pena el sacrificio. Ya la actuación de los ecologistas comenzó a tejer esa red de regulaciones que prevén multas y penas de cárcel con el fin de proteger la naturaleza contra su explotación incontrolada. ¿Qué más se puede hacer? Lo que nos espera, como durante la última guerra total, es probablemente una mezcla de organización tecnocrática y regreso a la Edad de Piedra.
Un día, el poder se verá obligado a practicar la ecología. Una perspectiva sin ilusión puede llevar a pensar que, salvo catástrofe, el giro ecológico no lo llevará a cabo una oposición minoritaria y desprovista de medios, sino la burguesía en el poder, el día en el que no pueda hacer otra cosa. Serán los distintos responsables de haber arruinado la Tierra quienes procederán a salvar a los pocos que hayan quedado, y que después de la abundancia gestionarán la escasez y la supervivencia. Y es que quienes carecen de prejuicios, no creen en el desarrollo ni en la ecología: sólo creen en el poder.
Fuente: https://edicioneselsalmon.com/2016/12/29/ecofascismo-bernard-charbonneau/