Ecología y Cambio Climático

Por Av3ntura
En 1985 Sir Edmund Hillary editó la obra Ecología 2000, un libro escrito por diferentes autores, siendo él mismo el autor de su primer capítulo, al que puso por título “Conocer los problemas”. En él hablaba de sus experiencias como aventurero en Nepal y en la Antártida y de cómo se convirtió en un especialista en medio ambiente, al ser consciente de los despropósitos que los humanos estábamos cometiendo contra la naturaleza. Concluía su artículo con esta reflexión:“Los problemas ambientales son, en cualquier caso, verdaderos problemas sociales. Comienzan a causa de las personas, y éstas acaban por ser sus víctimas. Suelen nacer de la ignorancia o de la apatía. Es el hombre quien deteriora el Medio Ambiente, aunque un medio deteriorado es lo que más le perjudica. El Hombre y la Naturaleza se necesitan mutuamente, y violentando al uno dañamos al otro. Es mucho lo que debe hacerse para detener la destrucción del Medio Ambiente, muchos los prejuicios y mucho el egoísmo que hay que vencer.La esperanza que me queda es la asombrosa capacidad de adaptación del ser humano y la sorprendente resistencia de la propia Naturaleza. Cierto que tanto el mundo como sus habitantes están cambiando, pero esperemos que no todos los cambios sean para mal. Quizá la Humanidad comience a caminar con firmeza hacia la reconstrucción y un mejor modo de vida. Quizá pueda haber aún un futuro alentador para todos nosotros.                                                                                                                  Sir Edmund Hillary- 1985”Pero, empecemos por el principio: ¿Quién fue Sir Edmund Hillary?Nacido en Aukland (Australia) en 1919, Edmund vivía en la granja apícola de su familia y se le despertó la pasión por la escalada a los 16 años. Tenía 20 años cuando visitó por primera vez las altas cumbres de los Alpes neozelandeses. En aquel momento tuvo claro que se dedicaría al alpinismo y a la exploración. Tras haber estudiado dos años en la universidad, decidió unirse a su padre en el negocio familiar de producción de miel, pero poco después tuvo que hacer un paréntesis para servir en la Marina Británica durante la Segunda Guerra Mundial, a bordo de un portaaviones en el Océano Pacífico. En 1950 escaló por primera vez  los Alpes suizos y austríacos y, al año siguiente, se estrenó en el Himalaya. Puede que mucha gente le conozca por haber sido la primera persona occidental que logró coronar el Everest, en 1953, junto al sherpa Tenzing Norgay. En aquel momento de su vida contaba 34 años de edad. Cuatro días más tarde, en Londres, estaban coronando a la Reina Isabel II de Inglaterra, quien, al conocer la noticia, determinó nombrarle Caballero (Sir) para premiar su hazaña.

Tras coronar el Everest, participó en diferentes expediciones científicas a la Antártida, ascendiendo  también por primera vez al monte Herschel. Fue nombrado presidente honorario del New York’s Explorers Club.En 1968 exploró los ríos del este del Nepal utilizando dos pequeñas embarcaciones y en 1977 remontó el Ganges desde el océano Índico hasta su nacimiento, al pie de las montañas del Himalaya. También se ocupó durante un tiempo de buscar al mítico Yeti, pero no tardó en resignarse a que se trataba de una leyenda.Desde 1961, regresó todos los años a Nepal, pero no con la intención de volver a escalar sus montañas, sino de ayudar a su población a mejorar sus condiciones de vida. Persuadió al gobierno neozelandés para que le enviase los recursos económicos y tecnológicos necesarios para construir escuelas y hospitales, consiguiendo fundar el que bautizaron como el Parque Nacional del Everest, para preservar la región y su medio ambiente. Así, consiguió ver levantadas 25 escuelas, 2 hospitales, 12 clínicas, numerosas conducciones de agua y diferentes infraestructuras.  Se involucró también en la implantación de un programa de repoblamiento forestal el Parque Nacional de Sagarmatha (en el Everest) y colaboró activamente para recaudar fondos para la reconstrucción el Monasterio de Thangboche, que había sido arrasado por un incendio en 1989.En medio de toda su dedicación humanitaria, en 1975 se encontró con la fatalidad en el terreno más personal, al perder a su esposa y a su hija Belinda  en un accidente de avión cuando volaban de Katmandú a Phaphlu. Pero esta tragedia no frenó sus ansias de aventura ni su dedicación a los demás.Junto a cuatro compañeros más, dirigió una expedición que alcanzó el Polo Sur en tres tractores acondicionados, siendo la primera vez que el hombre pisaba el Polo Sur en un vehículo. Y en 1985 acompañó a Neil Armstrong en una pequeña avioneta con la que aterrizaron en el Polo Norte. Con ello completó los llamados 3 polos de la Tierra: El Polo Norte, el Polo Sur y la Cima del Everest.Hillary ocupó el cargo de Alto Comisionado de Nueva Zelanda en la India, Nepal y Bangladesh y fue condecorado por Naciones Unidas por su intensa labor en defensa y protección del medio ambiente. Murió en 2008, a consecuencia de un infarto. Tenía 88 años.
Sir Edmund Hillary es un ejemplo de superación continua, que nos ha dejado muchas frases para pensar en la importancia del esfuerzo, de la perseverancia, de la confianza en nosotros mismos, pero especialmente, de la humildad:La gente no decide ser extraordinaria. Decide lograr cosas extraordinarias.No vences a la montaña. Te vences a ti mismo.Cuando vas a las montañas, las ves y las admiras. En cierto sentido, te dan un desafío e intentas expresar ese desafío escalándolas.Soy un hombre afortunado. He tenido un sueño y se ha hecho realidad y eso no le suele suceder a menudo a los hombres.
En su artículo “Conocer los problemas” él mismo reconoce su completa despreocupación por el medio ambiente durante la expedición que le llevó a la cima del Everest. Confiesa que arrojaban las latas vacías y demás desperdicios sobre el hielo, que cortaban montones de arbustos de enebro para alimentar sus fogatas y que, a 7900 metros de altura, dejaron una pila desparramada de botellas de oxígeno vacías, tiendas rasgadas y envases con comida sobrante. Ante esta confesión, no nos ha de resultar muy difícil imaginar cómo debe de estar cualquier montaña del mundo tras el paso de tantos escaladores.Los humanos siempre dejamos rastro allí donde vamos. Da igual que sea el mar o la montaña, el caso es que no dudamos en abandonar lo peor de nosotros en cualquier parte, sin preocuparnos del daño que le podamos ocasionar a los demás, sean humanos como nosotros, sean árboles o sean peces en un río.Pero esta despreocupación inicial de Hillary por el medio ambiente, al igual que la despreocupación que hemos demostrado la mayoría de nosotros en algún momento de nuestras vidas, se debe más al desconocimiento de las consecuencias de nuestros actos que a una voluntad expresa de causarle daño al planeta. Quizá de ahí el título de su artículo: Conocer los problemas.Si desconocemos por completo una determinada realidad, no somos capaces de relacionarla con nuestras propias acciones cotidianas, por lo que no haremos nada por modificar esos hábitos nuestros que pueden estar contribuyendo a la degradación del medio ambiente de todos.La preocupación de Sir Edmund Hillary por esa degradación empezó en 1982, cuando en una de sus excursiones por tierra nepalí se encontró con que el paisaje había cambiado al haberse construido carreteras y puentes que sin duda habían contribuido al desarrollo de la región, permitiendo que los productos rurales llegasen a los mercados y que pudiesen transportarse hasta zonas alejadas las herramientas y la maquinaria indispensables. Pero también fomentaban el asentamiento en tierras ecológicamente frágiles y causaban un grave perjuicio en el entorno natural. A partir de entonces empezó a preocuparse por el deterioro del entorno en los países ricos y desarrollados, pero también en los más pobres. Por la contaminación de las ciudades y de las principales vías fluviales; por los efectos de la llamada lluvia ácida; por la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera debido a la utilización desmesurada de combustibles fósiles; por la destrucción de las grandes selvas tropicales;  por la desertización de muchas zonas de la tierra y llegó a la conclusión de que las organizaciones no gubernamentales debían jugar el importante papel de educar a la gente para que ésta pudiese presionar a sus gobiernos para que se comprometiesen en la preservación del medio ambiente.La educaciónsiempre está en la raíz de casi todo. Si contamos con los conocimientos necesarios para enfrentarnos a cualquier problema, es evidente que lo abordaremos con más éxito que si vamos a ciegas, probando a acertar por casualidad, sin ser muy conscientes de lo que hacemos. Si nadie les enseña a los niños a reciclar su propia basura y nos ven a diario tirar la nuestra sin seleccionarla previamente;  si no les advertimos de los peligros de dejar cristales en zonas boscosas o en el margen de las carreteras y ven como nosotros incurrimos en esas prácticas sin ningún miramiento; si no les explicamos que tirar colillas encendidas por la ventanilla del coche puede provocar incendios que arrasen hectáreas de vegetación y puedan arriesgar las casas y las vidas de otras personas y nos ven tirarlas a nosotros sin el menor remordimiento, es evidente que llegarán a creer que lo que hacemos es lo correcto.¿Cómo es posible que, después de los años que llevamos oyendo hablar del cambio climático, nuestras playas sigan siendo vertederos de plásticos y otros residuos?¿Cómo es posible que la gente celebre una fiesta en la calle y deje las botellas de cristal o de plástico tiradas por cualquier parte? ¿Tanto cuesta acercarse hasta una papelera o un contenedor y hacer las cosas como se esperaría que las hicieran las personas que se llaman a sí mismas civilizadas?¿Cómo es posible que una tortuga se ahogue en alta mar por culpa de haberse quedado atrapada en una bolsa de plástico? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar tanto despropósito?Ante los peligros del cambio climático, no podemos  cruzarnos de brazos y adoptar la postura más fácil y también la más cobarde: la de hacer recaer toda la culpa sobre los estados. Es evidente que los intereses de cada país juegan un papel importante en la implantación o no implantación de medidas contra ese cambio climático. Pero, si a nivel individual, todos cobrásemos conciencia de lo que nos estamos jugando y consintiéramos hacer todo lo que esté en nuestras manos para cuidar nuestro medio ambiente, otro mundo sería posible.Si todos decidiéramos informarnos mejor antes de sentenciar que eso del cambio climático no va con nosotros y nos comprometiésemos a reciclar más, a evitar desplazamientos en coche innecesarios, a utilizar más el transporte público o las propias piernas, a consumir menos cantidad de proteína animal y a ser más limpios cuando estamos en la calle, en plena naturaleza o en el mar, seguro que algún cambio en positivo seríamos capaces de provocar. Hay un proverbio etíope que asegura que “cuando las arañas unen sus telas pueden matar a un león”. Imitemos, pues, a las sabias arañas.Estrella PisaPsicóloga col. 13749