Economía de fichas: la tienda

Por Elisa Hernández @ElisaHernandezG
No me gusta que pase tanto tiempo entre las entradas pero he estado muy ocupada organizando el final de curso. Cierro una etapa con mis alumnos de 5 y 6 años y ya pasan a Primaria. Así que en esta entrada voy a contaros como ha resultado una actividad que hemos realizado desde hace algo más de un mes y que terminará el mismo día que nos despidamos.
Este grupo ha sido muy muy muy hablador. Había probado un montón de estrategias para disminuir esta conducta en los momentos en los que no era adecuada pero todo funcionaba sólo unos días y después volvíamos a estar igual. Empecé a trabajar con el semáforo de la conducta que véis en la imagen, colocando en el amarillo a niños que hablaban en momentos que no debían y en rojo si seguían repitiendo la conducta. Cuando dejaban de hablar pasaban del rojo al amarillo y de éste al verde. El hecho de verse en otro color que no era el verde no les gusta nada y eso es lo que hace que se controlen. Nunca lo había probado y funciona muy bien en general pero en mi caso, encontré dos problemas. Por un lado, algunos niños estaban todo el día oscilando entre el amarillo y el verde pero no hablaban menos cuando no debían a medio plazo. Por otro lado, había  momentos, por ejemplo a la hora de recoger, en los que casi todos los alumnos se ponían a hablar unos con otros y no recogían. Ahí pasaba a casi todos al amarillo y no sé si por el hecho de verse "acompañados" en este color, no surtía tanto efecto como cuando iban de uno en uno. Y por tanto, al día siguiente a la hora de recoger, volvía a pasar lo mismo. Así que después de mucho pensar y de probar y probar cosas, comencé a hacer un sistema de economía de fichas individual basado en el semáforo.
A cada alumno le fabriqué un monedero de cartón y les expliqué que ahí iban a guardar monedas (gomets circulares con un número 1) que irían ganando durante la semana si no hablaban. El monedero lo colocaban siempre en su cajonera. Las monedas las ganarían en tres momentos del día:  antes de ir al recreo, antes de ir a comer y antes de irnos a casa; siempre y cuando, en el momento del reparto de monedas, no estuviesen en el punto amarillo del semáforo. Y ¿cuándo no se puede hablar? En la asamblea consensuamos los momentos de silencio que véis en la imagen. 

De esta forma, si dos niños se ponían a hablar mientras su compañero nos contaba algo en la asamblea de la mañana, iban al punto amarillo. Y aunque a continuación se callasen permanecían ahí hasta el siguiente reparto de monedas. Antes del recreo daba monedas a los que en ese momento estaban en el verde y después, ya todos pasábamos a este color. Si esos niños que habían hablado seguían haciéndolo, pasaban al rojo pero entonces, al terminar el reparto de monedas, volvían al amarillo y tampoco ganaban monedas en el reparto de antes de comer. 
¿Y qué cosas podían comprar con las monedas? En una caja monté una tienda con cosas que tenía en la clase y en mi casa y les puse precios.

La compra podrían hacerla los jueves a primera hora de la mañana mediante una lista, en la que tenían que poner el producto que querían comprar y su precio. Si querían varias cosas debían apuntarlas y realizar la suma. Si no tenían dinero suficiente para lo que querían, podían ahorrar hasta el siguiente jueves.

A los niños les entusiasmó la idea y comenzamos a "jugar" con una mejora enorme en su conducta "demasiado habladora". Así que en seguida me di cuenta de que los precios eran muy bajos y que con tanta motivación casi todos los niños podían comprar el producto más caro los jueves a pesar incluso de haber estado algunas veces en el punto amarillo. Yo quería que siempre huibiese algo que todos pudiesen comprar pero que para conseguir los objetos más caros necesitasen contenerse y no hablar en los momentos que más les costaba. Así que nos llegó una carta en la que se nos informaba de que había subido el precio de la gasolina y las cosas de la tienda tenían que ser más caras, concretamente 3 monedas más. Asi que ¡manos a la obra! Entre todos fuimos calculando cuanto debía costar ahora cada cosa y escribieron una nueva lista de precios.
 Y además de que ahora hablen menos (veremos a ver después del verano...), ¿qué más hemos trabajado? Muchas matemáticas y lectoescritura. Los jueves por la mañana, nada más llegar a la clase, los niños que querían comprar se sentaban en su sitio con un papel para hacer la lista. El resto podía leer un cuento o ayudar a algún niño con su lista. Como la tienda estaba abierta podían ir a ver los productos para decidir lo que más les gustaba.

Mientras escribían la lista mejoraban sus capacidades lectoescritoras de un modo absolutamente funcional. Después debían venir a la tienday ahí estaba yo para darles sólo lo que venía anotado y cobrarles el precio que habían escrito si coincidía con el de la etiqueta. Antes de darles su compra les preguntaba "¿Tienes las monedas justas, te sobran o te faltan?". Parece una pregunta sencilla pero les cuesta muchísmo contestarla. Nunca me decían que les faltaba porque si era así y lo hubiesen sabido, no hubiesen venido a comprar ese producto. Si no tenían suficiente solía ser por errores de conteo. Y si me decían que les sobraba, les preguntaba "¿Y cuántas te sobran?". Si tenían más de 10 monedas no solía ser fácil contestar. Así que les ayudaba enseñandoles a contar a partir de un número. Por ejemplo, si un niño quería comprar una canica que vale 14 y tiene 20 monedas, le enseñaba a ir poniendo dedos diciendo "15, 16, 17, 18, 19 y 20" y contando después los dedos que había puesto. Una pena que ya se acabe el curso y no hayan cogido mucha soltura en este procedimiento, de una manera tan funcional y en un contexto tan cotidiando como una tienda.
A algunos niños que no entendían bien el concepto de "sobrar" les tachaba con un rotulador las que se iban a gastar.
Después, si habían comprado algo barato le despegaba las monedas del monedero pero si se había gastado muchas, un ayudante (algún niño que no comparse nada ese día) pegaba en un monedero nuevo las monedas-pegatinas que le sobraban. Yo les daba su compra, la lista y el cambio y se iban tan felices.
Hemos trabajado el conteo durante toda la semana, porque les encantaba sacar sus monederos, contar su dinero, comparar lo que tenían con sus compañeros y calcular lo que les faltaba para comprarse lo que querían. Y para estas dos últimas cosas han hecho además muchísimas restas sin darse cuenta. También han contado conmigo en el momento de comprar. Cuando tenían muchas pegatinas-moneda (más de 15) y no estaban ordenadas les costaba mucho contarlas (a mi también) así que lo hacíamos juntos varias veces hasta que nos aclarábamos. A los niños más ahorradores y que menos hablaban intentaba pegárselas en filas de 5 en los momentos de reparto, lo cual facilitaba la tarea de contar su dinero.
Y cuando querían comprar varias cosas debían realizar una suma y expresarla de forma adecuada.

Cuando comencé a pensar en la actividad y preparar los productos pensé que todos los jueves los niños iban a querer comprar mucho. Sin embargo, me ha sorprendido encontrar dos actitudes diferentes. Por un lado, hay niños que cada jueves compran algo sin importarles dejar su monedero vacío; y por otro, niños muy ahorradores que les encanta ver el monedero siempre lleno de monedas y que no compran si no les van a sobrar al menos 7-10 monedas. Viendo que estos niños tenían muy lleno el monedero y para sacar más partido matemático a la actividad, pensé que podriamos introducir monedas de otro color con un 2. Yo quería que saliese de ellos la necesidad y dado que quedaba una semana de curso decidí no propiciarlo y seguir igual. Pero justo el jueves pasado me dijo una niña: "¿Por qué no haces monedas con un 2? Como los euros que hay con un 1 y con un 2". Casi me pongo a llorar de la emoción. Tenía en mis manos una excelente oportunidad para hacer una continuación matemáticamente preciosa de la actividad y sólo 4 días de curso, uno de ellos con la graduación y otros dos de fiestas varias. Así que el martes hacemos liquidación en la tienda para que se gasten el dinero que les quede en los monederos, sólo ocupados por monedas de 1.
Tenemos un trabajo tan bonito que aunque intentemos cerrar etapas con los niños, si aprenden a pensar, a opinar, a aportar... corremos el riesgo de que el último día de cole nos dejen las puertas abiertas de par en par. Ellos se van con ganas de aprender más y nosotros con ganas de enseñar a los siguientes alumnos lo que nos ha faltado esta vez.