Economía mundial ve por fin la luz al final del túnel

Publicado el 19 enero 2014 por Blogatope

Hay señales claras de que la recesión comienza a ceder en los países más ricos del planeta.

Es lo que se desprende de los pronósticos que presentó el Banco Mundial esta semana y de las palabras de la directora del FMI. Análisis.

Aquel conocido refrán, según el cual “no hay mal que dure cien años”, ha vuelto a ser reeditado por cuenta de los pronósticos más recientes sobre la marcha de la economía global. Y es que las instituciones multilaterales más respetadas, que por estos días actualizan sus proyecciones, han coincidido en señalar que lo peor de la crisis financiera que comenzó a finales del 2008 ya fue superado.

Por primera vez en un lustro “hay indicaciones de que una recuperación autosostenible ha comenzado en los países de altos ingresos”, señaló Kaushik Basu, el economista jefe del Banco Mundial al presentar el informe de perspectivas que hace la entidad.

A su vez, Christine Lagarde, la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional –que dará a conocer sus propios cálculos la semana que viene– dijo en un discurso en Washington que “hay optimismo en el aire: el congelamiento ha quedado atrás y el horizonte es más brillante”.

¿Qué quieren decir tales afirmaciones? Se podría decir que la economía del planeta descansa sobre dos pilares. Uno es el que representan las naciones emergentes, que son la mayoría en número, y que aportan cerca de la mitad del Producto Interno Bruto global. El otro corresponde a los más ricos, que representan la otra mitad.

Si bien las primeras, lideradas por China, han tenido un buen desempeño a lo largo de este siglo, los segundos se habían detenido. Para usar la figura, es como si en lugar de dos motores encendidos, el carro de la economía mundial hubiera tenido uno apagado durante cinco años.

Y aunque las revoluciones de una y otra máquina son muy distintas, las señales son claras en el sentido de que los países desarrollados empiezan a avanzar. Estados Unidos se expande a un ritmo cercano al 3 por ciento anual, gracias al cual ha podido reducir su tasa de desempleo por debajo del 7 por ciento. Japón dejó atrás un largo periodo de estancamiento por cuenta de las políticas del primer ministro, Shinzo Abe, y Europa por fin salió de la recesión.

Lo anterior no quiere decir que las cosas hayan vuelto a ser como antes. Las secuelas que dejó la debacle todavía se sienten y sus heridas son profundas, sobre todo en el Viejo Continente. El PIB de Grecia, para citar uno de los casos más dramáticos, es apenas tres cuartas partes del que tenía en el 2007. Por su parte, Irlanda, Portugal, Italia o España han visto cómo sus respectivas economías se han contraído en algo menos de un 10 por ciento.

Pero más allá de los datos fríos, se encuentran incontables casos de tragedias personales, representados en los millones de personas que vieron deteriorarse su nivel de vida, incluyendo la pérdida de su vivienda. Tasas de desempleo cercanas al 25 por ciento –y superiores al 50 por ciento entre los jóvenes– como las que se encuentran en el país del Mediterráneo, han generado nuevas corrientes migratorias, como la de los colombianos que regresan de la península Ibérica ante la falta de oportunidades.

No obstante, las señales de que empiezan a aparecer aquí y allá varios retoños verdes son inequívocas. Los indicadores sobre la actividad industrial en diciembre fueron buenos en el hemisferio norte, pues no solo los estadounidenses cerraron bien el ejercicio, sino que los japoneses avanzaron a su paso más rápido en siete años y los europeos completaron seis meses consecutivos de expansión.

Por cuenta de tales circunstancias, las apuestas han aumentado. El Banco Mundial afirma que de un incremento de apenas 2,4 por ciento en el 2013, la economía del planeta debería crecer 3,2 este año y 3,4 por ciento el próximo. En estos cálculos lo que más se destaca es que el grupo de altos ingresos casi que duplicará su marcha, de 1,3 a 2,2 por ciento, mientras que las naciones emergentes la aumentarán en medio punto, de 4,8 a 5,3 por ciento en 2014.

Tales cifras, para decirlo con claridad, no dan para hacer ferias y fiestas, sobre todo en el caso de los más ricos. Sin embargo, se empieza a ver la luz al final del túnel, algo que beneficia a todos. De tal manera, si los más desarrollados logran un desempeño más saludable, ello se debería traducir en una reactivación de la demanda por productos importados y, por ende, del comercio exterior.

A su vez, los emergentes van un poco más lento que antes, pero el mensaje de los expertos es que un ritmo ligeramente superior al 5 por ciento anual equivale a la velocidad de crucero ideal. Esta aseguraría no solo que se cierre gradualmente la brecha con el mundo desarrollado, sino que conquistas como la disminución de la pobreza y el vertiginoso ascenso de la clase media continúen.

También hay riesgos

Hecho el pronóstico, también vale la pena tener en cuenta los riesgos de que las cosas salgan mal. Europa todavía se encuentra en cuidados intensivos, así los escenarios más catastróficos sean improbables; Japón no ha podido hacer la reformas profundas que anunció hace un año; y en Estados Unidos la polarización política es un gran interrogante, así la semana pasada el Congreso se haya puesto de acuerdo para darle luz verde al presupuesto federal para los próximos nueve meses.

Y entre los emergentes también hay motivos de incertidumbre. China avanza rápido, pero con paso menos firme que antes y continuamente se escuchan advertencias sobre la existencia de una burbuja inmobiliaria aquí o un lío crediticio allá.

Además, hay que mencionar las preocupaciones que despiertan una serie de economías importantes, que el exministro Juan Carlos Echeverry denomina “las cinco frágiles”: Indonesia, Suráfrica, Turquía, India y Brasil, que en su momento fueron vistas con gran entusiasmo y cuyo lustre se ha manchado recientemente.

El cambio en la percepción favorable ha tenido que ver con diversos factores. En algunos casos, el fin del auge en el precio de productos básicos como el petróleo, la soya, el café, el cobre o el mineral de hierro, ha dejado en claro que gran parte de la buena marcha reciente estuvo asociada a una bonanza que –como todas– resultó temporal.

Así, cuando se apagó el viento a favor volvieron a quedar en evidencia los problemas estructurales que impiden, por ejemplo, que el Gobierno brasileño cumpla con los planes de desarrollo de infraestructura que se había fijado con miras al Mundial de Fútbol de mediados del año.

La necesidad de poner la casa en orden se vuelve todavía más urgente por cuenta del cambio en el entorno de tasas de interés mundial. El cambio en la política de inyectarle liquidez al sistema financiero por parte del Banco de la Reserva Federal estadounidense ha ocasionado ya un alza en el costo del dinero y una variación en el panorama de riesgos que se siente en todas partes.

Para citar un caso concreto, el alza reciente en el precio del dólar en Colombia y otros países de América Latina tiene mucho que ver con esa situación. Y en la medida en que se sigan apretando las tuercas, las épocas de dinero abundante y barato pueden ser cosa del pasado, algo que a su vez impacta los flujos de inversión extranjera y da origen a bolas de nieve.

Un caso que demuestra cómo la percepción ha cambiado es el de la bolsa. Mientras las acciones que se cotizan en la de Madrid aumentaron 21 por ciento en los pasados 12 meses, las de Colombia han caído en 15 por ciento.

Todo lo anterior lleva a la conclusión de que hay que alegrarse por el hecho de que la economía del planeta se vea más sana, pero eso no necesariamente prueba que se encuentre plenamente restablecida. Y en medio de tales circunstancias, los desafíos perduran, así como la necesidad de hacer la tarea. “Por eso tenemos que seguir diferenciándonos por tener estabilidad fiscal y macroeconómica”, señala Echeverry.

Fuente: El Tiempo