Economía para la tribu (IV) : O cómo escaquearse cuando hay que limpiar después de una fiesta.

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por José Javier Vidal

O cañones o mantequilla. O coches u ordenadores. O una cosa u otra o una combinación de ambas, pero lo que no podemos es tener todo a la vez. Siempre habrá un límite a la cantidad de bienes y servicios que una sociedad podrá producir en un momento dado y entre los que tendrá que optar para satisfacer sus necesidades. A ese límite los economistas lo llaman frontera de posibilidades de producción. Lo veíamos en el artículo anterior. Este límite es un concepto que, en la teoría económica, está fuera de toda discusión, que cualquier economista, independientemente de su orientación ideológica, admite. Pero no es el único. Lo mismo ocurre con dos de las, a mi juicio, pocas leyes que en economía son de cumplimiento tan cierto como el de las leyes de la física: La ley de los rendimientos decrecientes y la ley de los costos relativos crecientes.

La primera explica lo que ocurre cuando, con una tecnología dada, a una cantidad fija de un factor de producción le aplicamos cantidades cada vez mayores de otros factores. ¿La producción final aumentará en la misma proporción que el factor variable?. ¿En una proporción mayor?. ¿O en una menor?. Lo que pasa es justamente esto último, que a medida que aumentamos la cantidad del factor variable, los incrementos adicionales, o marginales, como dicen los economistas, de producción se hacen progresivamente más pequeños. Recurramos a uno de los ejemplos clásicos de los manuales de teoría económica para explicar este fenómeno.

Imaginemos que disponemos de una determinada superficie de tierra de cultivo que se va a mantener invariable durante todo el “experimento”. Este factor, la tierra, será el factor fijo. Para cultivar ese terreno empezamos contratando a un tractorista que, con el tractor, produce cinco toneladas de trigo, por ejemplo. El trabajo – el tractorista – y el capital – el tractor – son los factores variables. Como son variables, decidimos emplear más trabajo y más capital – recordemos que la superficie cultivada no se puede incrementar – para aumentar la producción de trigo. Así que contratamos un segundo tractorista y su tractor. ¿En qué medida aumentará la producción?. ¿Obtendremos cinco toneladas de trigo adicionales como sucedió cuando contratamos al primer tractorista?. No. Comprobamos que la producción de trigo se ha incrementado sólo en tres toneladas. Y un tercer tractorista, ¿Qué producción conseguirá?. Una todavía menor, dos toneladas, pongamos por caso. Y así sucesivamente con cada tractorista adicional hasta llegar a un punto en que la producción ya no aumenta e, incluso, comienza a disminuir: Hay tantos tractores en el terreno que se entorpecen entre ellos, apenas pueden moverse, unos destrozan el trabajo que han hecho otros…Un desastre.

Valga el ejemplo anterior para ilustrar cómo funciona esta ley de la economía, la de los rendimientos decrecientes, que explica, entre otras cosas, por qué es imposible alimentar a toda la humanidad con lo que se cultivase en una maceta.

Relacionada con la ley anterior está la otra ley que mencionábamos al comienzo del artículo: la de los costos relativos crecientes. Ésta explica lo que sucede cuando usamos varios factores de producción en cantidades variables para producir un determinado bien. Supongamos que tenemos que optar entre producir barcos mercantes, por ejemplo, o pantalones. Los barcos exigen grandes cantidades de capital para su construcción pero poca mano de obra mientras que con los pantalones ocurre justo lo contrario: consumen mucho factor trabajo pero apenas maquinaria. Supongamos también que cuando modificamos la cantidad de un factor la del otro se mantiene constante. Y, por supuesto, como siempre, todo ello con una tecnología dada.

Si, partiendo de una determinada situación, decidimos aumentar la producción de barcos, pongamos por caso, tendremos que aplicar cada vez más capital a una cantidad dada de trabajo. La ley de los rendimientos decrecientes, implacable, actuará y los incrementos de la producción de barcos serán cada vez menores, o, visto de otra manera, para conseguir un mismo incremento de la producción tendremos que emplear proporcionalmente más capital. Y, al contrario, si optamos por sustituir barcos por pantalones, tendremos que aplicar cantidades crecientes de trabajo a una cantidad fija de capital, con el consabido resultado de que la producción de pantalones crezca en cuantías cada vez menores.

En resumen, lo que nos dice la ley de los costos relativos crecientes es que para producir cantidades adicionales de un bien es necesario renunciar a cantidades cada vez mayores de otro. Esta ley es la que da a la frontera de posibilidades de producción su característica concavidad, ya que la relación de sustitución entre ambos bienes no es lineal, sino que cambia a medida aumentamos la producción de uno u otro.

Para terminar, una aplicación de la ley de los rendimientos decrecientes. Cuando, después de una fiesta o celebración familiar o entre amigos, hay que poner en orden la casa. Todos, solícitos, quieren ayudar a limpiar la vajilla, a barrer el salón, a ordenar los muebles…Un montón de gente con la mejor intención pero tropezándose en la cocina, en el salón, sólo dos escobas y un fregadero. Demasiado factor trabajo para tan poca tierra y capital. Entonces me asomo y, entre la algarabía, digo: “Me gustaría echar una mano pero aquí ya se ha entrado en la zona de los rendimientos decrecientes. Mejor me voy.”. A mí esta excusa me funciona…