Economía resiliente: clave para la sostenibilidad en la era del cambio climático (1)

Por Ecointeligencia @ecointeligencia

En las últimas décadas enfrentamos desafíos globales sin precedentes: crisis climática, degradación ambiental, pandemia, tensiones geopolíticas y desigualdades sociales.

Estos eventos han expuesto la vulnerabilidad del actual modelo económico lineal, por lo que surgió con fuerza el concepto de economía resiliente, entendida como la capacidad de un sistema económico para resistir, recuperarse y adaptarse ante perturbaciones o crisis.

Lejos de ser solamente otro término de moda, la resiliencia económica plantea un cambio de paradigma, de manera similar al de la economía circular, pasando de buscar un crecimiento a cualquier coste a construir una economía capaz de afrontar impactos (como desastres naturales, recesiones o pandemias) sin perder de vista el bienestar social y la sostenibilidad ambiental a largo plazo.

En el contexto actual, esta idea es más relevante que nunca. La emergencia climática está provocando eventos extremos más frecuentes y costosos, poniendo en jaque infraestructuras, cadenas de suministro y comunidades enteras.

Al mismo tiempo, hemos comprobado con la pandemia COVID-19 cómo las crisis globales interconectadas pueden paralizar economías y acentuar desigualdades, y, ante este panorama, la economía resiliente se presenta como una respuesta integral formada por un modelo económico que integra principios de sostenibilidad, diversificación y justicia social para garantizar prosperidad dentro de los límites del Planeta.

Vamos a explorar qué implica la economía resiliente, su vínculo con la sostenibilidad ambiental, ejemplos prácticos a nivel global y los beneficios, retos y oportunidades de transitar hacia este modelo.

Una vez más, nuestro objetivo es aportar una visión pedagógica e inspiradora que invite a la acción informada hacia un futuro más sostenible y seguro.

1. ¿Qué es la economía resiliente y por qué es importante?

El término resiliencia proviene originalmente de la física (capacidad de un material de recuperar su forma tras deformarse) y fue adoptado por la psicología para describir la habilidad de las personas de sobreponerse a situaciones adversas.

En economía, hablamos de resiliencia económica como la capacidad de una sociedad o sistema económico para absorber impactos, recuperarse rápidamente de crisis y transformarse positivamente tras eventos adversos.

No se trata solamente de volver a la normalidad previa, sino de aprender de la perturbación y evolucionar hacia una situación más robusta. En otras palabras, una economía resiliente no solo resiste un impacto (shock)rebota a su estado original, sino que puede reconfigurarse para evitar caer en las mismas vulnerabilidades, incorporando cambios que la fortalezcan a futuro.

La relevancia de este enfoque es evidente en el mundo de hoy. Estamos siendo testigos de fenómenos extremos (tormentas, sequías, incendios forestales, olas de calor) que afectan cadenas de suministro, precios de alimentos y la estabilidad de regiones enteras.

Por ejemplo, se estima que desde el año 2000 los desastres relacionados con el clima han generado pérdidas por 3,6 billones de dólares a nivel global, por lo que, las empresas e industrias que no se anticipen a estos riesgos climáticos podrían enfrentar caídas significativas en sus ingresos en las próximas décadas.

A esto se suman crisis como la financiera de 2008 o la pandemia de 2020, que mostraron lo frágil que puede ser un sistema basado en la eficiencia de corto plazo sin redundancias ni redes de seguridad.

Una economía resiliente, por tanto, es crucial porque reduce la vulnerabilidad ante estas amenazas multidimensionales. Implica diversificar estructuras productivas (para no depender de un solo sector o mercado), fomentar la innovación y la adaptación continua, y construir capacidades de respuesta (fiscales, comunitarias, tecnológicas) que amortigüen los golpes.

Importante es señalar que la resiliencia no surge de la nada: depende de factores económicos, sociales, ambientales y políticos preexistentes

Por ejemplo, una sociedad con menor desigualdad y con comunidades cohesionadas podrá recuperarse mejor de un desastre natural; o una economía con ecosistemas sanos y sistemas de alerta climática tendrá menos pérdidas ante eventos extremos.

Esto conecta directamente la resiliencia con la sostenibilidad, como veremos a continuación.

2. Resiliencia económica y sostenibilidad ambiental

La sostenibilidad ambiental es un pilar fundamental de la economía resiliente. No podemos aspirar a una economía capaz de perdurar en el tiempo si destruimos las bases naturales que la sostienen.

Se han definido de manera científica una serie de límites planetarios (como el clima estable, la biodiversidad, la capa de ozono, entre otros) que no deberíamos sobrepasar para mantener un entorno seguro para la humanidad.

Alarmantemente, ya hemos excedido 7 de los 9 límites planetarios, lo que nos aleja de la zona segura y provoca riesgos ecológicos que amenazan la estabilidad económica mundial.

El cambio climático, por ejemplo, no es sólo un problema ambiental, sino un riesgo económico y social enorme, ya que va a causar millones de muertes adicionales y billonarios costes en salud y daños hacia 2050.

Esto refleja una realidad simple pero contundente, y es que, sin sostenibilidad ambiental, no hay resiliencia económica duradera.

Si recordamos el diagrama de la rosquilla de la economista Kate Raworth, que ilustra el espacio seguro y justo para la humanidad entre una base social y un techo ecológico (límites planetarios), vemos la interdependencia entre resiliencia económica, equidad social y sostenibilidad ambiental.

La idea central es encontrar un equilibrio en el que se satisfagan las necesidades humanas de toda la población (lo que Raworth denomina la base social, es decir, acceso a alimentos, agua, salud, educación, vivienda digna) sin sobrepasar el techo ambiental que marcan los límites planetarios.

En ese espacio intermedio (el anillo verde del diagrama) se sitúa el espacio seguro y justo para la humanidad, donde la economía puede prosperar de forma regenerativa y distributiva sin provocar colapsos ambientales.

Una economía resiliente debe operar dentro de esos límites, pues de poco sirve crecer rápidamente si a la vez estamos minando las condiciones que permiten la vida y la actividad económica (agua limpia, clima estable, suelos fértiles).

Adoptar la sostenibilidad ambiental como núcleo de la resiliencia implica varias cosas. Primerodescarbonizar la economía y frenar el cambio climático, para reducir la probabilidad de catástrofes climáticas futuras.

Segundo, usar los recursos naturales de forma responsable, promoviendo la economía circular (jerarquía multierre) de modo que los ecosistemas puedan regenerarse y seguir proveyendo servicios (agua, materias primas, polinización …).

Tercero, proteger la biodiversidad y los ecosistemas, ya que éstos proveen resiliencia natural, tales como bosques y manglares que amortiguan inundaciones, suelos saludables que garantizan agricultura a largo plazo, diversidad genética que previene plagas …

La relación entre resiliencia y sostenibilidad también es social, pues es necesaria una transición justa e inclusiva, lo que significa que las políticas para hacer la economía más verde (por ejemplo, abandonar los combustibles fósiles) deben considerar su impacto en los trabajadores y comunidades, ofreciendo alternativas y capacitación, para no generar nuevos excluidos.

Como ha enfatizado la Unión Europea (y sería deseable que no de vuelta atrás), integrar las vertientes económica, social y ambiental de la sostenibilidad es clave para una economía resiliente en el largo plazo.

En resumen, la economía resiliente y la sostenibilidad ambiental van de la mano: una economía será tanto más resiliente cuanto más sostenible sea, y viceversa, ya que un modelo de desarrollo equilibrado con la naturaleza reduce los riesgos de crisis futuras y sienta bases sólidas para el bienestar.

En nuestra próxima entrega presentaremos ejemplos de cómo la economía resiliente nos puede ayudar a avanzar en la sostenibilidad.

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