Ecuador

Publicado el 02 mayo 2016 por Alejandropumarino

La Tierra castiga siempre a los desfavorecidos, como si tuviese una perversa facilidad para localizarlos y experimentar toda suerte de fenómenos con ellos, desde terremotos a tormentas, desde tsunamis a inundaciones que sepultan las chabolas en el barro. Japón sufre terremotos con frecuencia, pero los edificios siguen en pie, como si tal cosa, mientras las casas ecuatorianas se desploman y aplastan a sus ocupantes, que buscan, entre los escombros, los dos soldados de la instantánea que ilustra la entrada de hoy. Encoge el corazón el desastre natural, la pérdida en vidas y también la material, en una nación pobre, pobre respecto a nuestro primer mundo, que nada más en el despilfarro que en la abundancia. Ni siquiera se sabe con precisión el número de muertos, sepultados en vida por las paredes de sus propios hogares. Mientras tanto, la vieja Europa sigue la vida como si nada, indiferente ante lo que sucede tan lejos geográfica y económicamente, enjugando lágrimas de cocodrilo con media docena de aviones que llevan potabilizadoras al trópico. Imagínense ustedes, queridos y escasos lectores, la destrucción, el horror, la falta de electricidad, de agua; imagínense las familias rotas, la gente que ha perdido todo lo que tenía en el seísmo; imagínense la angustia de lo que queda por hacer, del futuro desesperanzador para tanta gente; y ahora, imagínense que todo eso hubiese sucedido en Europa. Descansen en paz.