Lídice Valenzuela.─ Uno de los agudos problemas que identifica desde hace siglos a los revolucionarios latinoamericanos son las fisuras que, en ciertos momentos, separan a los líderes, para ganancia de quienes militan en las filas de los opositores. Ahora, Ecuador acaba de brindar un pésimo ejemplo, por válidas que sean las razones esgrimidas.
Desde antes de asumir la presidencia del llamado País Meridiano del Mundo, Lenín Moreno, de 64 años, parapléjico, dejó claras algunas de las posiciones políticas y económicas que implantaría en su gobierno, sucesor del de Rafael Correa, líder del partido Alianza País y de la Revolución Ciudadana.
Correa, quien se distinguió por su firme postura antiimperialista y contra la oposición oligárquica, que incluso le propició un abortado golpe de Estado, gobernó durante 10 años consecutivos sin ceder en sus principios, aún en los peores momentos de crisis económica.
Moreno fue su vicepresidente, al igual que Jorge Glas, quien ocupa ahora también ese cargo. Ellos, considerados amigos del expresidente, y seguidores de sus ideas, ganaron el Palacio de Carondelet bajo la bandera de Alianza País. En los principios de ese partido ambos crecieron como políticos en la inédita experiencia de la Revolución Ciudadana, fundada para favorecer a los pobres y alejar en lo económico el libre mercado y el neoliberalismo.
Analistas consideran que el liderazgo del partido oficialista no puede sorprenderse con algunos movimientos realizados por Moreno durante poco más de tres meses en el cargo. Él había planteado como política el diálogo nacional al que invitó a todos los que, en mayor o menor medida, criticaron los 10 años de gobierno correísta, y a la oposición golpista en un imaginario subjetivo que el país es de todos y para todos gobernaría.
El 30 de marzo de 2016, el entonces vicepresidente en Ginebra, donde cumplía una misión de Naciones Unidas (ONU), emitió una carta autocrítica sobre el gobierno de Correa y sus criterios en la construcción eventual de un plan de gobierno, si el partido decidía lanzarlo como candidato en las elecciones del 2017, que ganó con un 51,6 % de los votos en abril pasado.
La misiva circuló, gracias al equipo del funcionario, en la prensa ecuatoriana y en la dirección de Alianza País, además de ser divulgada en las redes sociales.
Se trata de 19 puntos expuestos en el documento, que es justamente lo que define hasta ahora su corta gestión.
Uno de los ellos apunta a la conciliación, especialmente con sectores alejados del gobierno nacional debido a sus posturas contra la Revolución Ciudadana, y expuso además los principios desde una visión nacional por sobre las cuestiones estructurales y soluciones integrales como salud, educación y sector fiscal.
En su criterio, expuso en el documento, se había descuidado al individuo, su formación y su toma de conciencia social, a pesar de lo cual, indican analistas, él ganó la Presidencia gracias a un electorado que cree en Correa y en Alianza País. Y aunque criticó sin sutileza al expresidente, pareció olvidar que pertenecían al mismo partido y también formó parte de su Ejecutivo.
Moreno no engañó. Planteó un cambio directo en el modelo político. Ponderó fallas, fracasos y conflictos que, como en todo proceso dirigido por seres humanos, surgieron en la década de gobierno de Correa, con quien compartió responsabilidades. Olvidó, empero, los grandes éxitos de la Revolución Ciudadana reconocidos por organismos internacionales.
Anunció, cuando aún era precandidato, que daría un cambio al modelo económico planteado por Correa, un profesional de alto nivel en ese ramo, por lo cual enfrenta ahora las críticas del exmandatario mientras recibe palmadas de empresarios y opositores agrupados en sectores comerciales.
Incluso, no ocultó sus ideas sobre eventuales privatizaciones de empresas públicas, cuando señaló que "El Estado ha instalado una infraestructura sobre la cual corresponde operar al sector privado" con el crecimiento sostenible, dijo, con soberanía y regulación estatal.
Ese es, al parecer, el meollo de sus diferencias con Glas, quien no está de acuerdo en que varias empresas estatales pasen a ser dirigidas por empresarios que enarbolaron la contrarrevolución, incluso violenta, como método por derrocar a Correa, quien ha advertido luego de su salida, el peligro de hacer concesiones a quienes son enemigos declarados.
Una vez electo, en una entrevista de prensa, habló de "Correa y sus locuras" en un evidente irrespeto de quien fuera su compañero de fórmula y gobierno, y a quien apoyó en el proceso de cambios internos y al exterior, que ahora considera sin cordura.
Con Glas hay otras cosas. La evidente discordia entre los dos dirigentes de Alianza País se hizo pública cuando el presidente adoptó algunas medidas que supuestamente traicionaban los principios de la Revolución Ciudadana, al entregarle la administración de empresas estatales a reconocidos enemigos del proceso revolucionario.
El expresidente Abdala Bucaram, afirmó al periódico El Universo que "Si el señor Moreno quiere hacer patria, le daré la mano. Lo primero que le diré es que tire a la basura la Ley de Comunicación, a pesar de que la prensa me ha humillado; y lo segundo que le diré es que elimine ese Consejo de Participación Ciudadana, que es una mentira".
En su primer viaje al exterior, a Colombia, Moreno dijo en una entrevista que en Ecuador hay libertad de expresión, pero analizará la Ley de Comunicación y se harán cambios correspondientes, en lo que muchos consideran un obsequio a sus antiguos enemigos políticos y una crítica a la anterior administración.
Hace pocos días, Correa acusó al gobierno de entregar la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) a los Bucaram. Dalo Bucaram, hijo de Abdala, fue uno de los contrarios del actual mandatario en las pasadas elecciones, a quien acusó de cometer fraude. Sin embargo, fue uno de los primeros en ser invitado a una conversación con el mandatario en el Palacio de Carondelet, al igual que el también opositor Guillermo Lasso, otro ex candidato presidencial, quien incluso le sugirió cambios en la economía a favor del empresariado privado.
En lo que se considera una advertencia a su sucesor, el líder revolucionario precisó en la red Twitter que "Todos creemos en el diálogo, nuestra Revolución es de amor, no de odio, pero jamás debemos olvidar con quién nos sentamos a la mesa. Que se pacte con los Bucaram y se les entregue CNEL es corrupción, es el país del pasado, precisamente contra lo que nació Alianza País y nuestra Revolución Ciudadana".
La crisis en la cúpula gubernamental estalló el pasado miércoles cuando el vicepresidente Glas, en ese cargo desde 2013, primero con Correa, publicó una carta con fuertes criticas al mandatario, en la que le reprochó, entre otros asuntos, una supuesta alianza con el entorno del destituido exgobernante Bucaram (agosto 1996/febrero 1997), quien regresó hace poco al país luego de un largo exilio.
El vicepresidente afirmó que Moreno entregó el control de los medios públicos a representantes del sector privado y manipuló "de manera perversa las cifras económicas de la administración de Correa" lo cual, según el actual jefe de gobierno, dejó al país con grandes deudas, evitando referirse a la crisis económica derivada de los bajos precios del petróleo, la multimillonaria cifra pagada a Exxon, y el terremoto que destruyó varias provincias en 2016.
Glas, quien este viernes viajó a Guayaquil donde tiene su hogar, dijo en el documento: "Sé a lo que me enfrento por denunciar de manera frontal lo que está pasando y la posible aplicación de un paquetazo (medidas económicas neoliberales) contra mi pueblo".
El segundo al mando de Ecuador precisó que "en lo personal no pretendo generar ninguna suerte de inestabilidad política, pero hay cosas que estamos a tiempo de comunicar transparentemente a la ciudadanía. No renunciaré a mi cargo".
La respuesta presidencial no demoró, y Moreno firmó el decreto número 100 que suspendió todas las atribuciones y delegaciones al vicepresidente, a quien acusó de deslealtad.
Uno de los párrafos de la orden ejecutiva, precisa: "Que tanto la lealtad como el compromiso asumido por el proyecto político de la Revolución Ciudadana implican servir a la Patria en unidad de esfuerzos, lo cual no ha sido debidamente entendido por el vicepresidente de la República".
Correa ironizó ante la situación: "El diálogo siempre ha sido para los que odian la Revolución. Adelante, Jorge. Tómalo como una condecoración".
Los más felices con la crisis creada por el binomio presidencial son los líderes de los partidos opositores, como Lasso, del movimiento CREO, perdedor en los comicios de abril, quien opinó que la suspensión de funciones a Glas "legitima" en el cargo a Moreno.
"Ahora sí vamos con cuestiones de fondo que necesita el país", precisó este individuo que batalló durante años para derrocar la Revolución Ciudadana.
Otro que reaccionó muy alegre fue Dalo Bucaram, líder del movimiento Fuerza Ecuador, también eliminado en los comicios. Este individuo calificó de "excelente" la suspensión de funciones del vicepresidente, a quien más de una vez acusó de corrupto sin prueba alguna, solo para desprestigiarlo y evitar que siguiera en los más altos niveles gubernamentales.
Ahora, Alianza País busca soluciones políticas, que no están muy a la vista si Moreno y Glas no se retractan de sus duras declaraciones.
El presidente de la Asamblea Nacional (AN) ecuatoriana, José Serrano, anunció la convocatoria al presidente y su vice para que faciliten una solución a la crisis política en la que solo ganan los enemigos tradicionales.
Serrano afirmó que Alianza País apoyó a sus ganadores con un plan de gobierno que debe cumplirse de manera armónica, y advirtió que no permitirán viejas prácticas de comprar conciencias o captar a la bancada oficialista. "Estamos atentos para denunciar y exponer a quienes están en esa tarea" destacó.
Ante Moreno hay una difícil coyuntura. Aunque es el presidente y merece respeto, también es cierto que fue electo por un movimiento que sigue con los ojos cerrados a Correa, quien con sus comentarios, acertados o no, puede escindir aún más la grieta abierta por Glas.
Tomado de Cubahora.cu