En mi reciente viaje a Ecuador una de las grandes sorpresas ha sido descubrir a Oswaldo Guayasamín en su propia salsa, en sus dos lugares preferidos, su casa --hoy hecha Museo— y su gran obra –murió antes de verla terminada—: La Capilla del Hombre, esa obra arquitectónica donde el pintor quiso recoger un sentido homenaje a su América Latina, desde México hasta la Patagonia.
Ya conocía a Guayasamín, aunque poco había visto de su obra en directo –sólo el mural del aeropuerto de Barajas—, y desde luego fue una gran sorpresa descubrirlo en Quito.
El Museo y la Capilla del Hombre se encuentran en el barrio de Bellavista, a poca distancia, una zona donde las viviendas se apoderan de la ladera de la montaña y las cuestas adoquinadas son de armas tomar.
El Museo es su antigua vivienda, mientras que la Capilla es una obra que dejó inacabada y a la que hay que añadir a sus pinturas un valor arquitectónico indudable.
Si alguien quiere ampliar conocimientos sobre Oswaldo Guayasamín basta que pinche aquí o aquí. Por mi parte sólo diré que me admira su mezcla de expresionismo e indigenismo y que la fuerza que tiene la ha volcado en un realismo social que refleja la dureza de la vida indígena con un marcado sentido psicológico en sus retratos, sus manos y sus figuras. Supo expresar como nadie la fuerza, el grito de los desposeídos. La mejor definición de su pintura la expresó él mismo:
"Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el Hombre hace en contra del Hombre".
Aquí les dejo con algunas fotos que saqué. Una modesta aportación personal --si desean ver su obra mejor fotografiada opten por buscarla en la red—; se trata de veintitrés fotografías de las que las ocho primeras son del Museo-casa y el resto de La Capilla del Hombre.
Salud y República
P.D.La foto de la Capilla del Hombre está sacada de la Red.