Eddie Vedder (2019) WiZink Center. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop

EDDIE VEDDER EN MADRID. FOTO: OSCAR LAFOX


Eddie Vedder en Madrid: La fantasía del solsticio de verano

No sabía si ir. O sea, sí lo sabía, pero todo es una movida y a veces no renta. Críos y más críos y gente implicada para que tú te puedas largarte a vivir el sueño de tu juventud. Piensas a veces que bueno, que bah. Pero en realidad todo el rato sabes que tiene que ser sí y que sí va a ser. O sea, que sí.

Llega el sábado y sabes que, aunque parezca una diatriba imposible, has hecho lo correcto acorde a tu menguante raciocinio. O sea, que sí. Y cuando te encaminas, de repente todo lo que dejas detrás, que es mucho y muy valioso, da igual. Durante las siguientes horas da absolutamente igual porque sabes que está todo en su sitio.

Y ya está, no hay que complicarse tanto. Es Eddie Vedder, caramba, ¿quién en su sano juicio podría vivir sin verle? JA. Me jodió mucho, por cierto, perderme a Glen Hansard, pero en la vida no se puede tener todo y eso es algo que crees que entiendes hasta que de veras entiendes. No es que esto fuera algo a vida o muerte, ya lo sé, pero digamos que te deja resquemor mugriento.


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El caso es que allí estamos. Con las dudas lógicas ante el planteamiento acústico, pues si algo tiene Pearl Jam es electricidad. Pero ya de primeras queda claro que esto es un win win, básicamente porque la gente así lo quiere, porque Eddie pone de su parte y porque el cancionero propuesto juega al ataque.

Y es que dejó el amigo al lado buena parte de las versiones en el WiZink Center ante 10.000 fans y optó por engordar el repertorio con canciones de Pearl Jam. Qué gusto para todos en general y para mí en particular pues, en septiembre de 1992, me compré el vinilo del Ten en el Madrid Rock de Gran Vía tras una comida familiar por el 61 cumple de mi padre. Ahora tiene 88 y es parte de toda la logística para que mi vida fluya. Fantasía.

Y te acomodas y suenan Far behind e Indifference. Pero es cuando entonamos Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town cuando ya se abre el melón. Estamos ahí congregados pero a la par no estamos en ningún lugar. La certeza de lo etéreo, la incertidumbre del instante que ya no es.

Cantar al unísono con miles de desconocidos es una forma más de hedonismo. La enésima. Pretendes imponerte al resto, aunque tu voz personifique la irrelevancia. Eso justo pasa con I am mine, Sometimes, Inmortality o Man of the hour -de mis favoritas por su deliciosidad-. Entre medias, Wildflowers de Tom Petty, siempre añorado.


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Can't keep, Guaranteed, Unthought known, Long nights, It happened today -muy coreada- y The end marcan la parte más intrascendente de la velada. Está bien, pero no hay galones ahí. Todo lo que a esa parte un tanto morralla le falta lo tiene Better man, que bien merece un párrafo aparte y propio.

Better man, pavo. Del Vitalogy, que me regalaron cuando cumplí quince. Recuerdo quemarlo una y otra vez, con esta canción al nivel de Courdory -ausente esta noche-. Una melodía bonita, una épica rock calculada y creciente, una eclosión de júbilo. Better man, pavo, luces del pabellón encendidas y la inmortalidad ganada.

Lukin y Porch, muy reivindicables, no dejan de ser interludios entre la mandanga bonita, pues aparece entonces Jeremy con con el cuarteto de cuerda Red Limo. Ceremoniosa homilía coreada con religiosidad por todo el pabellón, del jodido Ten de los cojones, uno de los debuts más obviamente trascendentes, a la que sigue la muy pertinente Cross River con Vedder al órgano.

Just Breathe me gusta, pero después de Jeremy y antes de Black cae en el sumidero más profundo. Porque Black, de nuevo con cuarteto de cuerda y Glen Hansard como gallardo escudero. En defintiiva, un concierto de rock versa sobre la capidad de crear, elevar y lanzar bolas de fuego contra el público. No ocurre siempre, ni tampoco todo el rato. Pero todo sabemos que está ocurriendo cuando está ocurriendo porque, sin verla, todos sentimos su ardor sobre nuestras cabezas. Y por eso instintivamente aullamos.

La bola se queda ya hasta el final, igual que Glen Hansard -dublinés amado por todos los u2seros- para Songs of Good Hope, la valiosa Society y el desparrame de Should I Stay or Should I Go de los Clash y la luminosa Hard Sun -con Javier Bardem por ahí-.

Smile es una gran joya oculta de Pearl Jam y por eso tiene su hueco aquí, aunque no en los conciertos de la banda madre. Ya me da igual, la objetividad la perdí hace mogollón de líneas. Smile es puro Neil Young y es, en serio, una canción que me viene cuando conduzco y os quiero matar. La enésima parida de hoy.

El final sí es el mismo que con Pearl Jam, pues declara Eddie Vedder por infinita vez su amor por Neil Young con Rockin in the Free World, el himno que predijo el grunge justo antes de que explotara. Y el gentío puesto en pie como merece lo goza bramando.

Recuerdo aquellos premios de la MTV, los que fueran, con Pearl Jam tocando esta con Neil Young. Me voló la cabeza y por eso estamos aquí ahora hablando de mí, de tí y de nosotros. No quiero parecer presuntuoso, solo me uso como vehículo para llegarte y que sepas que seguro que hemos cantado juntos unas pocas veces. Y hemos vidido a la par, pagando los minis de cerveza a 10 putos pavos en el WiZink Center.

Prácticamente dos horas y media después se acaba el rito. Quien más quien menos tenía sus dudas sobre ver a Eddie Vedder todos sentados y con este punto intimista. Yo las tenía, por eso no sabía muy bien si me merecía complicarme la vida de esta manera. Y que bueno, soy extremadamente eléctrico, cada año más. Si llego a anciano seré, evidentemente, thrash metal.

Pero la movida carbura. Gracias, evidentemente, al interminable baúl de canciones de Pearl Jam. Me recordaba, muchísimo, a cuando vi a Bruce Springsteen aquí mismo en 2005 con la gira Devils and Dust. Tenía a mi lado a un maromazo asturiano que lloraba como no llora un crío. Espero que siga bien, sintiendo todo esto igual. Yo sí, con los pelos de punkta como siempre.

Porque, sabéis, no sé qué coño se me pasa por la cabeza para valorar si ir o no a reencontrarme con Eddie Vedder. Es la edad, es la responsabilidad, es el amor por los tuyos. Pero cuando llegué a casa, después de tomarme solo una, lo juro, agarré a Nico dormidísimo del sofá y me dijo: "No me quería ir a dormir hasta que llegaras". Pues hijo, yo no quería bajo ningún concepto dormir sin ti... y ahora te voy a contar un concierto porque, ¿sabes qué? Otra cosa ni sé ni quiero hacer.


Adiós, Eddie. En serio que fue fantasía verte pic.twitter.com/80MHxxVWye

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