Título original: Explication de la Nuit
Año: 2013
Editorial: Les Éditions du Boréal / Baile del Sol (2015)
Traducción: Iballa López Hernández
Género: Novela
Valoración: Ovación
Cualquier parecido entre este relato ficticio y la realidad sería bastante interesante… y triste.
Si no fuera por el aviso que precede a esta novela, uno podría jurar durante su lectura que está ante el desgarrador testimonio de uno de los episodios más abominables de la historia de la crueldad humana, casi al nivel de esa voz necesaria e implacable de Primo Levi en Si esto es un hombre y su relato de la cotidianidad infernal del cautivo en el campo de exterminio de Monowitz. Sin embargo, como ya he dicho, este aviso previo nos pone, y menos mal, a una cierta distancia emocional del relato, pues de lo contrario la lectura de Explicación de la noche podría llegar a hacerse absolutamente insoportable (e inolvidable, como ocurre con el magistral texto del escritor turinés): tal es la fuerza de la voz narrativa de Edem Awumey, tal es el poderío de las imágenes que nos relata, tal es la impiedad hacia sus protagonistas en las poco más de 160 páginas que se extiende este novelón como la copa de un pino que Baile del Sol Ediciones ha publicado en su colección África.
La novela desarrolla alternativamente dos épocas en la vida de Ito Baraka. Por un lado está su patético presente en Canadá, donde es un hombre agonizante, enfermo de un cáncer terminal, que lucha cada segundo de su vida contra el terrible dolor al que se ve sometido su cuerpo. En los pasajes de esta época, puedes notar cómo sus huesos crujen unos contra otros como una máquina vieja desengrasada y estropeada, puedes sentir cómo le cuesta respirar y moverse a duras penas por las frías calles del Québec, con el único alimento de una botella de alcohol y el paupérrimo consuelo de una relación pluscuaimperfecta con Kimi Blue, una india yonki, otro fantasma al que le han arrebatado la patria y el futuro. En este hilo narrativo, Ito Baraka tiene un único objetivo antes de que la muerte le llegue por fin: terminar su libro.
El momento del balance en el que se cuentan los muertos y los supervivientes. Sin lugar a dudas, Ito Baraka forma parte de esta última categoría, esa raza de ilustres y tristes individuos que se han salvado de milagro y llevan heridas abiertas bajo la piel, atormentados por las noches de tortura y la espantosa metamorfosis de los cuerpos con los que convivían en el presidio, esas siluetas que se resecan y se achaparran con el tiempo, troncos con una nuez grande atada en un extremo, que hace pensar vagamente en una cabeza.
En las páginas de su libro, que se extiende en paralelo a la trama en Canadá, Ito Baraka rememora la otra época que se plasma en la novela. Se trata de ese pasado todavía más abyecto que el tristísimo presente que está viviendo: en ese tiempo evocado, Ito Baraka vive en su África natal, en un país sometido al yugo de una dictadura temible y, a la vez, temerosa de sus propios ciudadanos, temerosa de su libertad. Tanto, que por el sencillo hecho de organizar una serie de protestas de una intensidad muy leve, Ito acaba siendo enviado a un campo de concentración donde conocerá el horror, la vejación, el miedo, y a Koli Lem.
Koli Lem es el compañero de celda de Ito Baraka en el campo en el que es encerrado. Se trata de un hombre ciego a la fuerza y sabio, con quien Ito Baraka entabla una relación de amistad profunda y mutua necesidad, un algo que linda por momentos con el amor: durante los días y las noches que pasan juntos, entre episodios de miedo descarnado y sometimiento, Ito le lee a Koli los pasajes de los pocos libros que le dejan tener en la celda (durante toda la novela, las menciones a autores de la literatura universal son frecuentes: desde Beckett hasta García Lorca pasando por Albert Camus). En este diálogo hilvanado por la cultura, se consolida en Ito Baraka la idea motor de la novela: escribir su libro, su recuerdo a Koli Lem, su testimonio de la crueldad, su explicación de la noche.
“El rostro y la cabeza luminosa de Koli Lem traspasaban mis páginas, la cabeza descansaba en un cuerpo cada vez más enjuto, con las extremidades abiertas al andar. Y para mí, El hombre que camina de Giacometti era Koli, que camina por las calles de una ciudad presa del fuego como un cuerpo sin sepultura, camina hacia alguien, hacia un amigo que le ha prometido encontrarle una sepultura, que le ha dicho también: «Siempre te recordaré».”
Ovación para Edem Awumey por Explicación de la noche. Ovación por haber impregnado de lirismo el miedo y el asco y el dolor. Ovación por haberme tendido la trampa de la realidad en sus palabras, porque el testimonio de Ito Baraka es tan verosímil que uno puede perfectamente olvidarse de cualquier aviso previo, porque en cada página de Explicación de la noche uno puede encontrar innumerables motivos para seguir leyendo, aunque duela, porque esta novela duele, y eso dice mucho, y muy bueno, de ella.
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