Edén en Barcelona (III)

Publicado el 22 septiembre 2020 por Monpalentina @FFroi
BARCELONA | Capilla de Santa Llúcia


¡"Que santa Lucía te conserve la vista"! Con estas palabras animé a mi mascota a que pidiera intercesión celestial para sus continuos desprendimientos de retina que él manipulaba constantemente cuando se refería a ellas como "mal de piedra". Y no porque lo confundiera con padecimientos nefríticos, sino para culparme de este padecimiento reiterativo que achacaba a mi manía de sacarlo para instruirlo en templos románicos. En realidad, este gesto mío no obedecía a obra de piadosa caridad, sino al miedo de que incrementara mi pluriempleo de pasante de abogacía y de segurata del despacho con la función de "lazarillo".
Justo en la primera esquina de la calle o carrer del Bisbe de la propia capital catalana se encuentra la capilla de Santa Lucía. Conocida también como la capilla de las once mil vírgenes, está adosada en el
lateral del claustro gótico catedralicio de las trece ocas

desde donde hoy se accede.

Quizá sea el último reducto románico catalán, pues fue construido en 1268 cuando se finalizaron las obras del Palacio episcopal y el obispo Arnau de Gurb aprovechó el solar anexo al cementerio catedralicio para construir esta sencilla capilla que dedicó a las Santes Verges y la Mare de Dèu, componiendo, de esta forma, el cierre lateral del Este del claustro gótico.
Su puerta occidental, que permanece cerrada, consta de cuatro arcos degradados que descansan en seis pilastras y cuatro columnas a las que adorna un friso corrido con capiteles sobre cada una de las columnas.

Existía otro acceso en su muro lateral, el que da a la calle del Bisbe que, tapiada, conserva un arco de medio punto con un Agnus Dei con nimbo crucífero esculpido en su tímpano.

El interior, de ábside recto, está cubierto con una bóveda de cañón apuntada y presenta pinturas murales del siglo XX en donde se representa a la santa portando sus ojos sobre bandeja, símbolos de su martirio por proclamar su fe en Jesucristo.

Dos sepulcros bajo dos arcolosios. El del lado de la epístola corresponde al obispo Arnau de Gurb y el otro al del canónico Francesc de Santa Coloma del siglo XIV, sobre el cual hay un calvario tallado en piedra con el fondo de cristal azul.

El piso, repleto de laudas sepulcrales para que le hiciese reflexionar.